Cortázar durante mucho tiempo títuló la
novela Mandala y sólo poco tiempo
antes de darla a la editorial le cambió el nombre por Rayuela. La razón
obedeció que el título terminó por
parecerle pedante y optó por un término que emanara experiencia lúdica y
apertura de disgresión de normas, como
es la rayuela infantil. En Cuaderno
de Bitácora de Rayuela, publicado por Ana María Barrenechea, se encuentran las claves del tema del mandala que obsesiona a Cortázar y que se encuentra diseminado por
toda la obra.
Entre los innumerables personajes que
Cortázar menciona en la novela: artistas, escritores, músicos, científicos, filósofos,
apenas una vez se menciona al siquiatra y psicoanalista Carl Jung, un estudioso
del tema de los mandalas y de la alquimia. Esta referencia ocurre cuando
Traveler le dice a Oliveira que está harto de decirle que lea un poco de Jung.
Aquí encontramos una valiosa clave para la lectura alquímica de Rayuela. Es
innegable la influencia, ya sea directa o indirecta que el profesor alemán
produjo en el autor. En sus obras Sicología
y Alquimia y Sicologìa y Religión da un extenso manejo del tema del mandala que mucho debió servirle a Cortázar para armar su novela
sobre dicho concepto.
Pero, ¿que es el mandala del que tanto
se habla pero tan poco se
sabe? Es preciso remitirnos a la
filosofía oriental para encontrar el profundo significado . Digamos para empezar que el mandala es ante todo un signo de contemplación
en el lamaísmo y en el Yoga tántrico. En la presentación que Jung hace de la
obra del sinólogo Richard Wilhelm, El
secreto de la flor de Oro,
dice:
" La unión de los opuestos... no es un
asunto racional, ni tampoco cosa del querer, sino un proceso de desarrollo
síquico que se expresa en símbolos. Históricamente fue representado por
símbolos y aún hoy se representa en el desarrollo individual de la personalidad
a través de figuras simbólicas. Las fantasías espontáneas se ahondan y se
concentran paulatinamente en
imágenes abstractas que aparentemente representan principios. Cuando las
fantasías son principalmente expresadas
como pensamientos, entran en escena formulaciones intuitivas de leyes o principios oscuramente
presentidos que de inmediato son
dramatizados o personificados. Si las fantasías son dibujadas, surgen
símbolos que pertenecen al tipo llamado mandala.
Mandala quiere decir círculo, en especial círculo mágico. No solo
están los mandalas expandidos en todo Oriente, sino que también entre nosotros
se hallan abundantemente atestiguados durante la Edad Media. Los cristianos
especialemente han de ser situados a principios de la Edad Media, en su mayoría
con Cristo en el centro y los cuatro evangelistas, o sus símbolos, en los
puntos cardinales. En su mayor parte, los mandalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con
una clara propensión al cuatro."
En otra parte, el mismo Jung aclara que los mandalas:
"no son adorados sino usados como
símbolos de contemplación: sirven como modelos para la imaginación activa de la
construcción del mandala individual. Cuando un individuo se ve afectado por un
conflicto religioso o un grave problema personal, se hace un mandala y mediante
ése trabaja por la solución de su problema interno. Psicológicamente es el mandala, al igual que el círculo, una
representación de la totalidad síquica. Constituye un símbolo de conjunción, un
símbolo que representa los sistemas parciales de la psique integrados en el sí
mismo, en un plano superior, trascendente, o con otras palabras , la
unificación de diferentes pares de contrarios en una síntesis superior."
Los mandalas que conocemos y que están en templos
son imperfectos pues simplemente representan una exteriorización de los mandalas originales. Estas representaciones gráficas son efectuadas
mediante diagramas geométricos rituales, generalmente contrapuestos y
concéntricos. Por eso se le llaman a veces la cuadratura del círculo, tema que fue
favorito de los alquimistas. Los mandala son instrumentos para lograr la
concentración y la contemplación y ayudar al espíritu a lograr ciertos estados
místicos que le permitan cierto avance en su evolución, desde lo biológico a lo
geométrico; desde el mundo de las formas corpóreas a lo espiritual. El mandala es microcosmo, esquema del mundo, es panteón y jerarquía de
las divinidades. Alude siempre al centro pero no lo representa sino que lo
sugiere por la concentricidad de las figuras. Pero no solo es la representación
del centro sino también de los
obstáculos para su logro y asimilación. En resumen el verdadero y último mandala es una representación mental e
individual que se construye paulatinamente desde la imaginación y que parte de
la necesidad de representar una idea que de otra forma se escapa del raciocinio
del individuo.
En el Diccionario de Símbolos, Juan Eduardo
Cirlot afirma que el mandala es una imagen sintética del dualismo
entre diferenciación y unificación, variedad y unidad, , exterioridad e
interioridad, diversidad y concentración. Es la exposición plástica visual, de
la lucha suprema entre el orden y el anhelo final del unidad y retorno a la
condensación original de lo inespacial e intemporal.
Pero veamos como el autor se nutre del
concepto del mandala para construir la novela. Rayuela es la
búsqueda en espiral, del centro del sí-mismo de sus personajes, principalmente de Horacio Oliveira y
Manolo Traveler. El uno desde París y el otro desde Buenos Aires. Ambos llevan sus vidas a través de vericuetos de laberintos de estas dos ciudades que constituyen el eje Europa-Sur
América, en un afanoso e incansable viaje hacia lo que ellos llaman simplemente
el centro. Pero también es la fusión
de los opuestos entre París y Buenos Aires, el cosmopolitismo de la primera y
la calurosa pesadez del Buenos Aires de los años cincuenta. Fusión a la vez
entre el racionalismo cartesiano occidental y el conocimiento intuitivo de
Oriente, entre el desorden de Oliveira y la perfección de La Maga, su amante
uruguaya en París. Rayuela es confluencia de oposiciones entre Traveler, el
amigo de juventud de Oliveira y su compañera Talita . París es una metáfora
dice Oliveira, un mandala, al que
jamás se llega a conocer totalmente. Oliveira tratar de llegar al centro de
París a través del conocimiento de la clochard, la mendiga típica de las calles
parisinas , que representa el substrato más bajo de la ciudad luz. En el capitulo final de la primera parte, llega casi a una comunión con
Emanuelle, la clochard, fétida y borracha en una aventura escabrosa a orillas
del Sena.
Oliveira es el perfecto metafísico que se
pasa la vida buscándose el centro de sí mismo, la figura cuasi divina que vimos
está en muchos mandalas. Es una
búsqueda desesperada donde Oliveira desea dejar caer todo lo que le rodea para
ver si así encuentra el verdadero centro, lo que él llama, eje, razón de ser, omphalos. Pero esta búsqueda le lleva a caer en la incomunicación
total y pensar que sus peligros son solo metafísicos, los mismos que le
llevarán a la locura. Oliveira gira en torno al espiral del Mandala, vive
buscando cuál es la entrada y no la encuentra. En sus sueños mandálicos imagina
que está en todas partes, que posee el don de la ubicuidad. Pero termina resignándose y admite que le va
a doler el resto de su vida no poder hacerse una idea de qué es el centro, o sea no poder jamás
llegar a su propio yo o sí-mismo. Oliveira busca escaparse de su soledad con lo
opuesto que es el gregarismo, lo que llama la gran ilusión de la compañía
ajena, solo para darse cuenta que esta soledad es peor aún. Es el hombre sólo
en la sala de los espejos. El lamento último es saberse sólo, conocerse al
borde de la otredad y no poder franquearla, porque para hacerlo se necesita la
mano desde afuera, desde lo otro para que se la tienda, pero esta no existe. Al
final de la novela, cuando Oliveira intenta suicidarse en el manicomio, dice en
un momento que no sabemos si de lucidez o de desvarío, al ver abajo de la ventana
una rayuela pintada en el cemento, que si se tira es probable que caiga en el
cielo, o sea en el centro o eje principal de la Rayuela.
La teoría la sintetiza Cortázar en una
anotación casi al margen de su Cuaderno de Bitácora. Dice: "la teoría del
mandala es la búsqueda del centro, la necesidad del gran desorden, en la
Argentina, en el hombre, en el Cosmos." Esa es la forma como Traveler y
Oliveira tratan de desafiar el Gran Orden Cósmico, retando, primero mediante la
duda metafísica, luego a través de tomadura del pelo y finalmente mediante las
posibilidades lúdicas que la locura ofrece para llegar al centro de sus propios
mandalas. La respuesta final de si logran
o no ese ansiado centro es un enigma abierto al lector.
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