Ritsos (1909-1990) es un
poeta comprometido con el ser humano, atemporal y eterno. Está del lado de los
que sufren, de los vencidos, los oprimidos, los ignorados. Entre su vastísima
obra, de más de sesenta volúmenes, se erigen, como faros, poemas como el famoso
Epitafio de 1936, Romiosini (Grecidad), y un conjunto de
soliloquios dramáticos entre los cuales se cuentan Ismenia, Ayax, Crisótemis, Casa Muerta y Sonata de Claro de Luna.
Epitafio,
del griego Ἐπιτάφιος que
significa “lamento en la tumba”, es un himno a la vida, al amor materno y a la
vez, es un himno a la rebeldía. Ritsos lo escribió en Tesalónica, poco después
de una manifestación estudiantil contra el gobierno derechista de Metaxás, en
la que asesinaron a varios estudiantes. Un fotógrafo, captó para la posteridad
la desgarradora imagen de una madre, hincada al lado del cadáver de su hijo,
llorando su desgracia. Ritsos al ver la foto, se encerró a escribir y a los
pocos días produjo la obra. El poema fue confiscado y quemado públicamente por
los agentes del gobierno, lo cual logró el efecto contrario, de convertirse,
primero, en el libro estandarte de las luchas socialistas de Grecia, y luego,
en el himno de la izquierda de ese país, cuando en los años ochenta Mikis
Theodorakis lo musicalizó. En youtube,
se puede ver una hermosa interpretación de dos de las siete partes del poema en
la voz de la soprano Sophia Michailidou, acompañada de un conjunto de bouzakis dirigido por el mismo
Theodorakis en un histórico concierto en Berlín Oriental, en 1987, apenas dos
años antes de la caída del muro. La musicalización y la interpretación es
sublime.
EPITAFIO
Ἐπιτάφιος
1. Hijo, cuerpo de mi cuerpo, sangre de mi sangre, tuétano
de mis tuétanos,
corazón del mío, gorrión de mi diminuto jardín, florecilla
de mi soledad…
¿A dónde voló mi pequeño? ¿A dónde se ha ido? ¿En qué lugar
me ha dejado?
La jaula está vacía y en la fuente no queda una gota de
agua.
2. Mis dedos mecían hasta el amanecer tus cabellos rizados
Mientras vigilaba tu sueño.
Tus cejas bien formadas dibujadas a pincel,
Creaban arcos para que mi mirada anidara y descansara allí.
Tus ojos rutilantes reflejaban al amanecer la distancia de
los cielos
Y yo procuraba evitar que una lagrima mía los empañara.
Tus dulces labios perfumados, cuando hablabas, lograban que
las rocas
y los árboles devastados florecieran, que los ruiseñores
cantaran.
3. En un día de mayo me dejaste, en ese día de mayo te
perdí.
En la primavera amabas tan bien, hijo, cuando subías
Al tejado empapado de sol y divisabas desde allá,
tus ojos nunca se saciaban de beber la luz del mundo.
Con tu voz varonil tan dulce y cálida, volvías a contar
tantas cosas como guijarros hay en las playas.
Hijo, dijiste que todas esas maravillas serían nuestras
Pero ahora tu luz ha muerto, el brillo y las brasas se han
apagado.
4. Estrella, mía, has puesto en tu sombra todo lo que la
Creación ha cobijado
Y todo lo que el sol, esa bola negra de cáñamo, ha recogido
bajo su luz.
La muchedumbre pasa y me oprime, los soldados me pisotean
Pero mi mirada no titubea y mis ojos jamás te abandonan.
El vaho etéreo de tu aliento roza mi mejilla
¡Ay! La gran luz de una boya flota al final del camino.
La palma de una mano bañada de luz seca mis lagrimas
¡Ay! hijo, tus palabras se albergan en lo más profundo de
mi.
Mira, me levanto, mis piernas aún me pueden sostener
Una gozosa luz, mi valiente hijo, me levanta del suelo.
Duerme hijo, amortajado
con banderas,
Voy al encuentro de tus hermanos, traigo tu voz conmigo.
5. Eras tierno, de noble temperamento, todas las gracias
iban contigo,
Llevabas todas las caricias del viento, todas las
florecillas del silvestres.
De pies ligeros, pisabas
suave como una gacela
nuestro umbral brillaba como el oro tan pronto lo cruzabas.
Saqué juventud de tu juventud, y para presumir hasta podía sonreír.
La vejez nunca me atemorizó y a la muerte la podía desdeñar.
Mas ahora, ¿dónde me puedo situar?¿Dónde me refugio?
Estoy a la deriva como árbol marchito en una llanura nevada.
6. Cuando te parabas frente a la ventana, tu espalda
abarcaba la entrada, todo el mar, todas las naves
de los pescadores.
La casa se inundaba de tu sombra, inmensa como un arcángel.
Y el brillo del lucero vespertino titilaba en tu oído.
Nuestra ventana era el portal hacia el mundo, miraba al
Paraíso
donde las estrellas estaban en flor, mi hijo adorado.
Allí, de pie, en el atardecer refulgente parecías el timonel
del barco,
En tu habitación, en la cálida penumbra del crepúsculo.
¡Ay! me embarcaste en la quietud de la Vía Láctea, ahora
este buque se va a pique
Su timón se ha roto y me enrumbo al fondo del mar, a la
deriva en mi soledad.
7. Si tuviera la poción de los inmortales, si sólo la
tuviera: una nueva alma para ti
sí despertaras por un instante, para ver y hablar y
deleitarte en medio de tu sueño.
Me pondría al lado tuyo, adosada a ti, exuberante de vida,
calles, balcones y plazas
atestadas de gente vitoreando, las doncellas recogiendo
flores para rociar tus cabellos.
Mis bosques fragantes colmados de miles de raíces y hojas,
cómo puedo yo, la malograda, creer que te he perdido?
Hijo, todo se ha desvanecido, todo me ha abandonado,
no tengo ojos y no puedo ver, no tengo boca que me permita
hablar.
8. Hijo, qué Hado te ha signado, qué Hado me ha condenado
a sufrir este dolor lacerante, a padecer este fuego en mi pecho.
Mi dulce joven, no has desaparecido, vives en mis venas.
Hijo mío, fluye profundo en todas nuestras venas y permanece
vivo para siempre.
Gracias por esta traducción. Es un poeta muy valioso.
ResponderEliminarRitsos es un grande de la Hélade, digno de esa tierra!
ResponderEliminar¡Es un poema extraordinario! Me ha conmovido su hondura. Gracias por hablarme de él. Un saludo
ResponderEliminarExcelente información. Comentario aparte: Tengo desde hace años un disco de Theodorakis (otro admirable señor) / G. Ritsos / Thomopoulo, llamado "Epitafios", es de mis favoritos. Un saludo.
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