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Carta abierta a los jóvenes de San Benito Abad, Sucre


Jóvenes del grupo de lectura de San Benito Abad que orienta Óscar López




Apreciados jóvenes: escribo estas líneas sin conocerlos y sabiendo poco, demasiado poco de ustedes. Tenemos un amigo en común: Óscar López, a quien tampoco conozco pero es amigo mío y por quien hago votos por su total recuperación por los quebrantos de salud que me ha compartido. De ustedes sé, pues Óscar lo ha confesado, que les gusta la literatura; algunos escriben y casi todos leen. ¡Qué maravilla! Eso me ha llenado de emoción; de una profunda emoción que me ha impulsado a compartir con ustedes estas líneas y una parte importante de mi obra; creo que no puede haber mejor destino, en el país, para esos libros que la Biblioteca que frecuentan en torno a Óscar y el grupo que dirige y del que hacen parte, y si no me equivoco, se llama El santísimo.
Fachada de la Biblioteca Pública Municipal de San Benito Abad, Sucre



Y me he emocionado mucho pues sé que hoy día la lectura no es la primera opción de la juventud, y debería serlo. Ya sé que puede sonar a sermoneo la admonición que hacen los mayores sobre la importancia de leer, de leer a los maestros, a los clásicos, a aquellos que nos señalan el camino para amar la literatura y también a leer, escribir y reflexionar de manera cada vez más profunda, más auténtica y más personal. Por ello celebro que se reúnan una vez al mes bajo la orientación y sapiencia de Óscar, su acompañante en esta maravilloso periplo; de esa forma, ustedes amplían su universo, su cosmovisión. Querrán saber: a pesar de que mi nombre y apellido suenen extranjeros soy colombiano, orgullosamente colombiano, como ustedes, —mi abuelo llegó de Alemania hace cien años—. Cuando tenía quince años, quizás antes, descubrí la literatura y mi vida se transformó. Leí, podría decir, devoré, la obra de Vargas Llosa, Cortázar, Rulfo, Fuentes, Borges, Lezama Lima y muchos otros latinoamericanos, pero también, e importantísimo, a colombianos como García Márquez, Mutis, Espinosa, Rivera, Isaacs, Gómez Valderrama. de Greiff; y también a los europeos y norteamericanos, Kafka, Faulkneer, Mann, Hesse, etc. Nunca tuve un maestro, un guía, como el que tiene ustedes ahora; me llevan una ventaja, maravillosa, aprovéchenla, a veces el viaje en solitario es más tortuoso.
Y para aquellos que sienten inclinación por escribir, por favor: ¡háganlo! No lo duden un instante. Escriban, escriban mucho: diarios, cartas, reflexiones, poemas, crónicas, cuentos, ensayos, novelas. No dejen de escribir. Este es un oficio que se aprende leyendo y escribiendo; de manera abundante pero también esmerada; y repito: los mejores maestros son los clásicos, los antiguos y los contemporáneos. Con ellos uno nunca se equivoca. También hay maestros que presencialmente ayudan, y bastante, a perfeccionar la escritura. Aprovechen todos los recursos a su disposición. No se requiere ir a grandes universidades o escuelas para aprender a escribir: la prueba está por doquier o si no miren quiénes son los mejores escritores colombianos y cómo aprendieron: ¡en el oficio!
Sea cual sea su relación con la literatura, como lectores o como escritores, en ella tendrán siempre una amiga leal; una maestra incansable, una compañera desinteresada, siempre dispuesta a acompañarlos en su soledad, en sus tribulaciones, pero también en sus aspiraciones y ambiciones.
Los rodeo con un abrazo fraternal; somos de la misma estirpe, compartimos la misma savia, la misma pasión. ¡Adelante!


Philip Potdevin, 22 de junio de 2016

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