Enamorarme de los libros* es abandonarme a una relación del más intenso erotismo con ella, la misteriosa, esquiva, coqueta, a veces elusiva y a veces generosa, a veces sagrada y a veces profana dama llamada La lectura.
Enamorarme de los libros es identificarlos, buscarlos, perseguirlos, acosarlos, asediarlos hasta arrinconarlos para que al final caigan en mis manos, rendidos, exhaustos, vulnerables sin remedio, para aceptar ser violentados y ultrajados, rasgándoles esas vestiduras trasparentes que los cubren cuando vírgenes, que los encierran y no permiten examinarlos en su maravillosa desnudez de encendidas tapas, para abrir de par en par esos muslos, para separar esas nalgas y revelar su escondida joya: las cremosas hojas tejidas de signos negros que en su trama son una forma de excitación mayor que las medias caladas de una femme fatal.
Enamorarme de los libros es dejarme seducir por su olor, por la tinta, el papel, la cubierta y el lomo; es rendirme al canto de las sirenas que vive dentro de ellos y que permite perderme en los abismos de su cataclísmico ulular, con la certeza de que ellos me llevaran, a la vez, al éxtasis y al Infierno.
Enamorarme de los libros es también cambiar de roles, es jugar el rol pasivo, dejarme seducir de ellos, permitir que sus palabras me hagan guiños como ojos avizores, que me echen piropos para que me atreva a reparar en ellos, voltear la mirada y encontrar sus rostros de gitanas seductoras, de títulos e ilustraciones en sus carátulas, que son la antesala para descubrir el secreto y misterioso cuerpo escondido detrás de ellas.
Enamorarme de los libros es hacer el amor con ellos, a veces de manera tierna y apasionada, a veces de forma violenta, a sabiendas que hay un interdicto que me aleja y previene de meterme con ellos y a la vez, que existe en mi un deseo incontrolable de transgredir la norma, de cruzar la raya y decir sí, lo quiero hacer, de manera consciente, soberana y absoluta: te quiero leer, te quiero abrir como una flor, te quiero explorar, escudriñar, fisgonear y meterme entre tus líneas, entre tus palabras, entre tus escenas, entre tus velos y encajes para descifrar todo el enigma que encierras.
Enamorarme de los libros es reñir con ellos, cuestionarlos, celarlos, espiarlos, perseguirlos, exigirles y demandarles fidelidad a mis estantes, a mis repisas; es levantar el grito, lanzarles un improperio, cuando veo que se han deslizado fuera de su lugar, que se han ido con otras manos furtivas de ladroncitos abusadores de los que se han dejado seducir para luego ser, vendidos o violados, en una infame trata de libros.
Enamorarme de los libros, cuando digitales, es entrar en una erótica relación virtual con ellos, su no presencia física me permite leerlos sin que importe dónde estoy, si vestido o desnudo, si de pie o acostado, sin importar qué hago mientras los leo, o si les soy infiel y leo dos o tres o cuatro al tiempo; enamorarme de los libros digitales es volverme codicioso, acaparar, como un sultán en su harén, como un pachá en el gineceo y vanagloriarme que en mi tableta acaparo, mil, dos mil o cien mil libros, sin importar que haya algunos sobre los cuales jamás posaré mis ojos, pero sin renunciar nunca a ellos.
Enamorarme de los libros es tolerarles sus erratas, pasar por alto sus gazapos, hacer la cara a un lado cuando falta una hoja o están adosadas dos de ellas; esas imperfecciones los hacen más bellos, más cercanos a mi imperfecta personalidad.
Enamorarme de los libros es dejarme asfixiar por ellos, deliciosa y lujuriosamente, en los momentos de mayor excitación de la lectura, es experimentar la petite mort, el clímax, que me hace consciente de mi propia muerte, que me recuerda que soy humano, no bestia, porque tengo conciencia de mi muerte; que me grita que estoy vivo y que a la vez llegaré, de pequeña muerte en pequeña muerte, de lectura en lectura, a la Gran Muerte.
En fin, enamorarme de los libros, es aceptar entrar en el juego de explorar las psicopatías, desviaciones, inclinaciones, aberraciones y variaciones que ellos me ofrecen en sus heterogéneas temáticas; al fin y al cabo, el éxtasis y el placer no está en caer en la rutina y la «normalidad» sino en cruzar la raya, transgredir lo prohibido, atreverme a explorar el tabú y regodearme en el hedonismo más exacerbado: el placer del texto.
El haberme enamorado de los libros ha sido mi salvación y mi perdición. ¡El libro es grande!
Philip Potdevin,
* a propósito de la pregunta realizada por los organizadores de la VI Feria del Libro de Manizales, que se celebra del 8 al 12 de septiembre de 2015, sobre el tema "¿Qué es enamorarte de los libros?"
* a propósito de la pregunta realizada por los organizadores de la VI Feria del Libro de Manizales, que se celebra del 8 al 12 de septiembre de 2015, sobre el tema "¿Qué es enamorarte de los libros?"
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