Ponencia presentada el pasado 28 de septiembre de 2013, en el II Congreso Internacional de Filosofía Contemporánea en la Universidad san Buenaventura, Bogota
Esta ponencia aspira a precisar
el llamado que hace Benjamin a revitalizar el humanismo, alejándolo de aquel
humanismo idealista alemán y fundamentándolo en la propuesta temprana de Marx. Benjamin
reclama un humanismo más real; uno que
apele al materialismo antropológico que emerge tras la destrucción de lo
establecido. Este llamado se encuentra de manera principal en el ensayo sobre Karl
Kraus (Benjamin, II,2, 1999b) pero a la vez, es posible rastrearlo en diversos
lugares de su obra.
Afirmar que el pensamiento de
Benjamin es de difícil clasificación es un lugar común. No faltan los intentos
de encasillarlo como marxista, mesiánico, revolucionario. McCole (1993) lo
define como un articulador de antinomias, entre estas, tradición-experiencia,
materialismo-redención y destrucción-creación. La argumentación benjaminiana está
llena de las ambigüedades propias de la dialéctica negativa: no bien propone
una tesis como en seguida la contradice para retomarla, validarla y de nuevo
aniquilarla en el párrafo siguiente. De allí la dificultad de interpretar sus
escritos. El ensayo sobre Kraus es considerado por algunos “intelectualmente demandante
y no menos difícil en su estructura” (Steiner, 2010, p. 100).
Karl Kraus, de burgués a satírico de la
sociedad weimeriana
Desde 1899 y hasta bien
entrado el régimen nazi, (atravesando por supuesto la República de Weimar) el periodista
de origen judío, Karl Kraus (1874-1936) dirigió el periódico Die Fackel (La Antorcha). Desde allí
satirizó a la sociedad burguesa de su época y en especial, a la prensa por su banalidad,
hipocresía, corrupción y degradación de una clase que persistía en tener como
referente el idealismo alemán clásico de Goethe y Claudius. Entre los colaboradores
iniciales se contaron intelectuales como Oskar Kokoschka, Else Lasker-Schüler,
Adolf Loos, Heinrich Mann,
Arnold Schönberg,
August Strindberg,
Georg Trakl,
Frank Wedekind, Franz Werfel, H.S. Chamberlain y Oscar Wilde. Sin embargo, a
partir de 1911, Kraus fue el artífice solitario del periódico (Kirsch, 2008).
Benjamin, publica en 1931 en el Frankfurter Zeitung und Handelsblatt su ensayo sobre Kraus. Su
lectura permite adentrarse en el análisis dialéctico del pensamiento y
comportamiento de Kraus frente a la prensa. Sin embargo, lecturas ulteriores
permiten entresacar el propósito más profundo: su invitación a pensar en un humanismo más real. El propio Kraus, no
entendió el homenaje que Benjamin quiso hacerle y lo tomó como un intento de
este de sicoanalizarlo, sin percatarse, según Steiner, (2010) del tema de fondo:
reconocerse como un auténtico representante de ese humanismo más real.
Para adentrarse en la
propuesta de Benjamin, es necesario hacer antes una brevísima recapitulación de
las ideas de Marx relacionadas con el humanismo.
La perspectiva de Marx sobre el ser
humano
El pensamiento de Marx es humanista
en cuanto propugna una crítica a la alienación del hombre. El hombre está en la
cúspide de la naturaleza y no reconoce un ser superior a la naturaleza o al
hombre. En el mismo sentido el hombre es sujeto activo de la historia. En las Tesis sobre Feuerbach (Marx,1888/2013), Marx
sostiene que el hombre es un producto
social y que el individuo abstracto pertenece en realidad a una determinada
forma de sociedad, y esta vida social es,
en esencia práctica. En la tesis décima afirma que “El punto de vista del
antiguo materialismo es la sociedad civil; el del nuevo materialismo, la
sociedad humana o la humanidad socializada”. Es decir, según Corujo (2013), el
pensamiento marxista sitúa al hombre no sólo al centro de las preocupaciones
filosóficas sino que propone el camino para alcanzar una verdadera existencia
humana, y proyecta la formación de un hombre nuevo, un ser superior, emancipado
y desarrollado multifacéticamente. Marx ve la necesidad de superar la propiedad
privada como la causante de la deshumanización del ser. En la Introducción general a la critica de la economía
política de 1857, (Marx, 1982) dice que el hombre es, en el sentido más
literal un zoon politikon no
solamente un animal social sino un animal que sólo puede individualizarse en la
sociedad. Por otra parte, en los Manuscritos
económico-filosóficos, escritos en 1844 y descubiertos en Europa sólo en la
segunda década del siglo XX, específicamente en el Tercer Manuscrito propugna la abolición de la propiedad privada
como la solución para el humanismo. La superación de la propiedad privada es
por ello, la emancipación plena de todos los sentidos y cualidades humanos;
precisamente porque todos estos sentidos y cualidades se han hecho humanos, tanto en sentido
objetivo como subjetivo. El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto
se ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el
hombre. (p. 140). Por último, es en Sobre
la Cuestión Judía (1844/2013) donde aparece más claro el llamado a un hombre natural, como se verá más
adelante.
La estructura dialéctica del ensayo
sobre Kraus
El ensayo de Benjamin tiene tres
partes: 1. El hombre universal (Allmensch),
2. Demonio y 3. Monstruo (Unmensch). Las
tres partes operan a modo de tesis, antítesis y síntesis. Benjamin desarrolla
en cada una cómo percibe al Kraus que encarna de manera dialéctica a estas tres
figuras así como la relación de estas con distintas formas del humanismo. La
primera sección, presenta a Kraus en su función de crítico de sus colegas
periodistas, que representan el humanismo clásico, pero finalmente él es uno de
ellos. En la segunda sección, revela la naturaleza demoníaca de Kraus pero con
una intención noble de hacer justicia, mientras que en la tercera aparece un
Kraus propositivo, con la idea de impulsar ese humanismo más real, más allá de
Marx, pero sin desconocerlo. De manera antinómica, la propuesta para alcanzar ese
nuevo humanismo se construye sobre la figura de un monstruoso destructor (Unmensch).
El hombre universal
El hombre cósmico o universal (Allmensch) del que habla Benjamin es un
referente, dijimos, al individuo del idealismo alemán, el de Goethe y Claudius;
aquel humanismo que podría experimentar un reflorecimiento si tan sólo se lo
permitiese el “capitalismo avanzado” que ensucia al “empobrecido individuo,
reducido, de nuestros días, el contemporáneo, que busca refugio en el templo de
los seres vivientes sólo en la forma más retorcida: la forma de un individuo
privado” (II, 2, p. 438).
Prueba del interés de Benjamin sobre el
trema es que poco antes del ensayo sobre Kraus, ya había publicado Deutsche Mensch (Alemanes), una
antología de cartas y comentarios por los más ilustres representantes del
intelectualismo alemán, del período comprendido entre 1783 y 1883 e incluyó allí
cartas de Goethe, Hölderlin, Büchner, entre otros, donde muestra el declive
gradual de la burguesía alemana (Hanssen, 1998), sin dejar de resaltar las
premisas esenciales del humanismo de la Ilustración.
Para Benjamin, la prensa es un
instrumento de poder ensuciado por el capitalismo, en sus medios y sus fines, que
deriva su valor del poder a quien sirve. Este sistema evita el reverdecer de
esa “paradisíaca” humanidad cósmica (II, 2, p. 440). Kraus critica y a la vez, es parte de ese sistema llamado prensa,
así trate de distanciarse de ella mediante una crítica ácida. Es un ser antinómico
a quien Benjamin de forma tácita ve como un espejo de si mismo y en quien confluye
ese “extraño juego entre teoría reaccionaria y práctica revolucionaria” (II, 2,
p.438). Sin embargo, a Kraus le podría dar lo mismo, afirma Benjamin, estar de
un lado u otro, bien en el bucólico humanismo universal como en el nuevo
humanismo que se rebela a la alienación del individuo, pues de una manera u
otra siempre reaccionará a los excesos de la prensa que sirve a sus públicos oponiéndose
a sus siempre frescas “noticias”, “el renovado y eterno lamento” (p. 440) del
ser humano desde su creación, que entendemos como el individuo levantado en su
propia dignidad que clama por la emancipación de la alienación capitalista.
El demonio
Cualquier intento de apología de Kraus
es contrario a la misma esencia suya pues proviene, afirma Benjamin, (II, 2, p.
441) del mundo primordial (Verwelt),
es decir, del averno. Por ello, la antítesis del hombre universal (Allmensch) es el mismo Kraus, “subyugado
por el demonio”. Desde su rol de crítico de la vida burguesa de Viena Kraus
despide fuego, odio, burla y veneno, en especial burla y veneno. A la vez, como
representante del demonio es vano, teatral y fatuo; le encanta que hablen de
él, ser el centro de las críticas de los que él crítica. Kraus está allí para
el Juicio Final de la humanidad y no tiene piedad para condenar a su semejante,
así se condene a si mismo. Dice Kraus, citado por Benjamin :
“He tomado sobre mi la tragedia que se descompone en escenas
de desintegración humana para que pueda ser escuchada por el espíritu que se
compadece de las víctimas, a pesar que este haya renunciado para siempre su
conexión con el oído humano. Pueda él recibir la clave de esta época, el eco de
esta locura manchada de sangre a través de la cual comparto la culpa de estos
ruidos. ¡Pueda él recibirla como una redención!”(II, 2, p. 444)
Compartir la culpa, anota Benjamin es
el repique propio de los manifiestos de la intelligentsia
que “busca traer a la memoria una época de la cual se quiere alejar”. El
sentimiento de culpa se vuelve el común denominador donde las consciencias
“privadas e históricas se encuentran” (II, 2, p. 445).
Sin embargo, Benjamin retoma su postura
dialéctica para salir en defensa de Kraus: “Nada se puede entender de este
hombre hasta tanto no se perciba que, por necesidad y sin excepción”, todo –idioma
y hechos– cae en el reino de la justicia. (II, 2, p.443). Kraus denuncia la
ley, a quien ve como una traidora de la justicia, así como también incrimina la
hipocresía contra la prostitución. Benjamin retoma una observación de Scheu (II,
2, p. 446) para afirmar que en Kraus, la prostitución es un fenómeno natural,
no una deformación social en el sentido que en ella confluyen tanto el aspecto
económico como la naturaleza sexual. Que coincidan ambas en la figura de la
prostitución es lo que la hace maléfica.
¿Dónde radica entonces la posible
“humanidad” en lo demoníaco de Kraus? Según Benjamin, es en su anhelo de
justicia natural, no como producto de la acción revolucionaria sino como un
“elemento natural per se” que
proviene de ”tiempo arcaicos”, de una “naturaleza sin historia, en su tiempo
prístino, primordial” (II, 2, p. 447) y que abarca todo el reino de lo humano,
desde lo intelectual hasta lo físico y lo sexual.
El monstruo (Unmensch)
En la época de Kraus (y la de Benjamin) la humanidad está
dispuesta a montarse en tanques y usar mascaras contra gas. Es difícil no ver
en esa imagen a un monstruo. “Una humanidad que se ha quedado sin lágrimas pero
no sin risa”, dice de manera cruel Benjamin (II, 2, p.448). La sátira, la invectiva
burlona de Kraus es una forma de canibalismo que pretende devorar al adversario.
La civilización admite al caníbal “a través de la sátira” (p.448) y cita dos
ejemplos tradicionales de los que Kraus se nutre en su ansia de engullir a sus
semejantes: a Swift quien propone alimentar a la humanidad con las niños de las
clases menos pudientes y a León Bloy quien sugiere que los caseros tengan
derecho a vender la carne de sus inquilinos morosos. La monstruosidad humana,
habite ya en el caníbal o en el satírico, está presente en los dos extremos de
barbarie y civilización. Y de nuevo surge en Benjamin (y en Kraus) la antinomia:
en oposición al canibalismo, la dignidad: “La humanidad, la cultura y la
libertad son asuntos preciosos que no pueden ser bien pagadas apenas con
sangre, entendimiento y dignidad humana” (II, 2, p. 448). Por lo tanto el
canibalismo cede ante un bien superior: los derechos humanos, aquellos
enaltecidos desde la Revolución Francesa y que Marx reivindica en Sobre la cuestión judía. Sin embargo, Kraus
sostiene que para la prensa los derechos humanos no son más que “frágiles
juguetes que a los adultos les gusta pisotear y por lo tanto no renuncian a
ellos” (II, 2, p. 448). La cita anterior de Kraus, que data de 1909, se
convierte en una declaración de materialismo humanista en contra del ideal
clásico, es decir del Allmensch.
¿En que consiste entonces lo propuesta de Benjamin de un humanismo más real? De nuevo apoyándose
en Kraus, aboga por un humanismo que sea “el anverso (de una) ideología
violatoria de la vida.” (II, 2, p. 456) y para ampliarlo, cita a Marx en Sobre la cuestión judía, y da la clave:
El hombre, en cuanto miembro de la sociedad civil, el
hombre no político, aparece necesariamente como un hombre natural.
... La revolución política disuelve la vida burguesa en sus partes
integrantes, sin revolucionar estas partes mismas ni someterlas a
crítica. Se comporta hacia la sociedad burguesa, hacia el mundo de las
necesidades, del trabajo, de los intereses particulares, del derecho privado, de
la misma forma como hacia la base de su existencia… y, por tanto, como
ante su base natural. ... El hombre real sólo es reconocido bajo la
forma del individuo egoísta; mientras que el hombre verdadero sólo es reconocido bajo la
forma del citoyen abstracto... Sólo cuando el hombre individual
real recobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte, como hombre
individual, en ser genérico, en su trabajo individual y en sus
relaciones individuales.. y cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza
social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo
la emancipación humana. (Marx, 1844/2013, p. 29)
El Unmensch es el Angelus Novus, que reaparecerá en las Tesis de filosofía de la historia
(Benjamin, 2001a). Ese mensajero divino que “prefería liberar al ser humano al
quitarle lo que le corresponde, en lugar de hacerlo feliz dándole lo que desea
o necesita” (Benjamin, II, 2, p. 456). De igual modo, el Unmensch puede ser el mismo Benjamin quien aprovecha a Kraus como
máscara o fachada para proponer su propia tesis, la de un humanismo más real. Ese nuevo humanismo debe salir, no de la
capacidad creativa de la naturaleza ni del hombre, sino de lo opuesto: su
fuerza destructora. El nuevo hombre debe emerger, no de la esfera de la
naturaleza sino de la humanidad en su lucha contra la explotación y la pobreza
reconociendo que en el origen de la creación no está la pureza sino la purificación.
Es un materialismo antropológico que el ser humano requiere asimilar para poder
entender “a una humanidad que se prueba a si misma a través de la destrucción”
(II, 2, p. 456.). Benjamin se apoya en una cita de Adolf Loos, el gran amigo de
Kraus: “Si el trabajo humano consiste sólo en la destrucción, es entonces
verdaderamente un trabajo humano, natural y noble.” (II, 2, p. 456).
A
modo de conclusión: Benjamin humanista inequívoco
Benjamin, no cabe duda, es humanista. Un humanista que se
horroriza con la crueldad (o bestialidad) sin límites del mismo ser humano,
como lo explica en Para la crítica de la
violencia (Benjamin, (2001a) y Teorías
del fascismo alemán (Benjamin, 2009). Pero también, un humanista que
reconoce la necesidad que tiene el ser humano de ser feliz y alcanzar una
redención, así sea esta de carácter no religioso.
El llamado al humanismo de Benjamin no se encuentra
entonces, de manera única en el escrito sobre Kraus. En otro lugar, en su
ensayo Surrealismo (Benjamin, II,
1,1999a), anterior al de Kraus en dos años, anuncia la necesidad del ser humano
de buscar la iluminación o el éxtasis, no a través de la experiencia religiosa ni
la del opio o hachís sino a través de una verdadera “iluminación profana, una
inspiración materialista, antropológica”.
Es quizás en su obra de madurez, Tesis sobre la filosofía de la historia donde queda reafirmada su
profunda vocación humanista. En la tesis segunda, Benjamin recalca la necesidad
del hombre de ser feliz: “en la idea de felicidad late inalienablemente la idea
de salvación” y nos recuerda que “a nosotros, como en las generaciones que nos
precedieron, nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el
pasado tiene un derecho” (p.43). De igual modo, en la tercera enfatiza que
“sólo para la humanidad redimida es citable su pasado” (p. 44), mientras que en
la octava denuncia que el “estado de emergencia” en que viven, en realidad es
una regla y no la excepción, cuando en realidad debería ser lo contrario. Pero
es finalmente en la novena, la más citada, donde reaparece el Angelus Novus, aquel que mira con terror
cómo una tempestad llamada progreso ha desflecado sus alas y por ello le impide
salvar a la humanidad de la catástrofe: en esa imagen aterradora, subyace el
más puro llamado a concretar un humanismo más real, que le permita al ser
humano, no sólo la redención, sino alcanzar un espacio seguro y no hostil para
las generaciones venideras con esa “débil fuerza mesiánica” que tiene el ser
humano.
Con todo, no es posible afirmar que sea conclusivo con su
propuesta de humanismo más real. Benjamin no suele ser terminante en ninguno de
sus escritos; hacerlo sería ir contra su propio método dialéctico-negativo.
Cabe a la filosofía actual, y a otras disciplinas de las ciencias sociales, el
tomar la antorcha donde la dejó Benjamin (y Kraus) para seguir elaborando aquello
que llama un humanismo más real.
Philip Potdevin
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