Por Laura Camila Isaza Sánchez
Estudiante de Creación Literaria
Universidad Central
Un suspiro. Eso era lo que necesitaba. Un suspiro de bucles marinados en perspicacias con olor a canela; un suspiro de trémulos labios envueltos en inocencias griegas; un suspiro llamado Isabela.
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“…que adquieren nuestras sonrisas ante la gente… y las estatuas”
Estudiante de Creación Literaria
Universidad Central
PetitesLuxures |
Un suspiro. Eso era lo que necesitaba. Un suspiro de bucles marinados en perspicacias con olor a canela; un suspiro de trémulos labios envueltos en inocencias griegas; un suspiro llamado Isabela.
Ella que lucía inmaculada en cada uno de sus
vestidos; ella que pisaba en innumerables ocasiones las salas de estudio sin
causar ni una pizca de conmoción; ella que en esta ocasión, sin anuncio, sin
fanfarrias y con un simple vestido marfil, había generado un silencio espectral
con un sencillo “Beber una coca contigo…”
…incluso en mí.
Luvina siempre ha sido el tipo de café-esquina
donde te puedes perder por horas incluso teniendo no más de dos pisos; escondido
tras la sombra de grandes edificios, sin inmutarse del paso del tiempo. Grandes
poetas y represados artísticos siempre llegaban a refugiarse en el aroma de un expreso recién preparado
entremezclado con el adictivo olor de las innumerables páginas de los libros
que forraban sus muros.
Hoy como siempre la librería-café, recibía la
visita de aventureros, lectores, poetas, narradores o de simples ansiosos
cafeinómanos, como somos Fabián y yo, que agobiados por el recorrer de las
calles habíamos huido en busca de una taza salvavidas; por el trajín con el que
nos traía la lluvia apenas éramos conscientes de nuestro destino, hasta el
momento en que pedí “dos Moca-chinos por favor” la adrenalina descendió para
ser remplazada por la curiosidad de encontrar un gentío tan apaciguado. “Es por
el recital de Poesía” dijo la mesera, “normalmente la asistencia no es muy
buena y menos en la noche de poetas y
Nueva York, pero la lluvia ha traído a muchos curiosos y claro la oradora
principal… si quieren pueden acomodarse y en un rato les llevo las bebidas”. Intercambiamos
miradas con Fabián, sabíamos que ninguno deseaba quedarse ahí a escuchar frases
rebuscadas; pero mi mente se selló a excusas al momento de percibir una
caminata firme sobre el tablón. Los leves susurros callaron, las miradas
descansaban en sus ojos, los cuales brillaban por la satisfacción, y en sus
labios al momento de dejar en el aire la duda, el deseo… la invitación: “Beber una coca contigo…”
“Ese es uno de los poemas más esperados de la
noche” comentó la mesera “O’hara, un icono casi
olvidado, fue el autor que menos se esperaba que apareciera en la lista de
declamación, pero claro, el que más llamó la atención cuando se promocionó el
evento ¿Quién se atrevería a recitar uno de los poemas más románticos en
intertextualidad?”
Isabela, nunca me llamó demasiado la atención,
torpe al caminar, más preocupada por sus gafas que por conversar, siempre tras
los demás analizando sus personalidades hasta el punto de llegar a ser
desafiante; pero ahora con su mirada fija en un punto entre Fabián y yo, los
labios entrecerrados, siendo el centro de las miradas era como si rogara que le
pusieran atención; no el público que ya tenía hipnotizados sino aquellos que la
habíamos dejado atrás. Nosotros, como los entes en que nos habíamos convertido,
caminamos con paso lento hasta una mesa, como máquinas que éramos nos
acomodamos. Y ella, que esperaba que los comandos surgieran efecto, nos esperó
y continuó:
“Beber una
coca contigo…es todavía más divertido que ir a San Sebastián, Irún,
Hendaye, Biarritz, Bayonne o tener náuseas en la Travesera de Gracia en
Barcelona…”
Sus ojos repartían sutiles chispas,
imperceptibles pero no para mí; ella viajaba con sus palabras y como si de una
ninfa se tratara cada parpadear me mostraba el panorama que tenía de esos
lugares. Se notaba cómo trataba de evitar que su exaltación saliera a la luz,
claro, para los demás, porque ella se revelaba ante mí con cada verso… Solo a
mí… como si me adentrara a una intimidad que me había permitido ignorar hasta
el momento es que sus labios se rozaban.
“…en parte a
causa de que con tu camisa naranja eres como un mejor y más alegre
San Sebastián. En parte a causa de mi amor por ti, en parte a causa de tu
amor por el yogurt…”
Suspiré entrando en una ensoñación donde el aire
me lo proporcionaba ella, con sus palabras, con sus exhalaciones, con sus
labios. No pude reprimir la sonrisa que comenzaba a crecer por mis comisuras,
no porque entendiera el poema, sino porque ella también sonreía en esa frase.
Se deleitaba con cada silaba como si estas fueran azúcar que se resbalaba
lentamente por su garganta, instalándose en sus cuerdas vocales haciendo que
toda ella se estremeciera con tan sólo inhalar para continuar recitando:
“…en parte a
causa de los tulipanes de naranja fluorescente alrededor de los abedules…”
Lo disfrutaba, tanto Isabela como yo
disfrutábamos su recital, este se mezclaba con la inocencia que repartía con
cada gesto y con el anhelo de llevar la sensación de cada palabra a sus oyentes. De cada verso. De cada
estrofa. De cada suspiro… Suspiró. Yo extasiado sabía que ya se avecinaba el
final y lo único que esperaba era que en el preciso instante que terminara su
declamación para que se dedicara a pronunciar todas las palabras existentes
solo para que yo me deleitara con la suave danza entre labios, paladar, dientes
y labios. Suspiró.
“…en parte a causa
del misterio…”
En un instante dejé de escuchar. Sabía que
seguían saliendo extasiantes estrofas de sus labios. Que su mente aún viajaba
entre versos, que sus manos trataban de expresar con sutiles movimientos la
grandeza de cada palabra, pero ahora sólo me importaban esos dadores de
movimiento, suculentas pizcas rosadas que embriagaban, que me enamoraban…que
rogaba por sentir.
Ansiaba besarla…pero moriría si dejara de verla.
El aplauso me despertó del oasis llamado
Isabella; me levanté, no sé si junto con Fabián pero al acercarme se escuchó un
“Hola” a dos voces y recibimos una sonrisa por su parte.
Era aturdidora. Su boca
era dadora de armas. Las palabras ansiaban salir de ella para viajar por el
espacio e instalarse en cada uno de los oyentes, embriagándolos,
entusiasmándolos…enamorándolos incluso a mi acompañante. Pero esas palabras a
mí no llegaban, reparaba en ellas cuando salían de su boca y se instalaban por
su cuerpo, calando en sus sensaciones, aturdiendo su razón para llegar a
penetrarla y llevarla al éxtasis.
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“…que adquieren nuestras sonrisas ante la gente… y las estatuas”
Eran su arma de doble filo…y me encantaba ver
como una inflexible mente sucumbía ante el deseo. Isabela, tan rígida y
aparentemente sin importancia yacía a
merced de su más primitivo instinto: el placer.
Estos versos, que se notaba que David no
escuchaba, se calaban por mis huesos, me hacían estremecer y me trasportaban
hasta quedar frente a ella. No para tocarla o incluso besarla, sólo para verla.
Los anteriores…simples preámbulos, habían sido un engaño, una máscara para
distraer a los románticos que ya yacían absorbidos en el movimiento de sus
labios. Para mí, sólo importaba el movimiento de sus manos.
“Cuando estoy
contigo es difícil creer que pueda existir algo tan inmóvil, tan solemne, tan
desagradablemente definitivo”
Había notado como en repetidas ocasiones movía
su brazo de manera casi imperceptible para los otros, pero no para mí, estaba
inquieto y ansiaba algo más, pero ella no quería esa satisfacción, no aún,
anhelaba jugar, ¿con el público? ¿Con ella?... ¿conmigo?, no lo sé; pero eso se
reflejaba en sus ojos y en que solo era su dedo índice el que subía por la tela
creando ondas embriagantes.
Se quedó trazando formas ilegibles en la curva
de la cintura, amansándola, seduciéndose y como si aceptara algo ascendió, junto con
una sonrisa impregnada de astucia, hacia el borde de sus senos, sin tocarlos,
sin rozarlos apenas sintiendo la fina costura del corpiño, rozando de lado a
lado con la posibilidad de ir más allá pero con la intención de
tortura…Suspiró.
“…como una
estatua mientras que justo frente a ella bajo la cálida luz de Nueva
York de las cuatro en punto…”
Y yo inhalé profundamente. Pero, ¿Por qué torturarse?,
detallé su mirada, tan incierta y llena de misterios que únicamente se podían
descifrar con la sonrisa que me dio antes volver a empezar.
“…deambulamos
por aquí y allá…”
Su mano bajó con más rapidez y emprendió el
camino de nuevo; trazando uno ininteligible por sus piernas, torneadas,
sonrosadas y vibrantes llegando a ser extasiantes. Continuó ascendiendo hasta
la pelvis, jugando con el vuelo del vestido, apenas sintiendo lo que sería ya
una sensualidad humedecida, volvía a bajar con más ímpetu, apretando las
palmas, como si con ello la tela desapareciera… Suspiré sintiendo la presión,
la tensión y el anhelo.
“…entre uno y
otro como un árbol que respira a través de sus lentes.”
Cada una de los versos era delicia pura para mis
oídos que se traducían en sus suspiros. Pero, ¿Por qué torturarse?, detallé su
mirada, tan incierta y llena de misterios que sólo se podían descifrar con la
sonrisa que me dio antes de volver a empezar. Subiendo, bajando, gozando y ante
todo atisbando mi mirada. Suspiró; Inhalé… y lo acepté.
Nunca se torturó…su único propósito era
torturarme a mí. Ansiaba tocarla…pero moriría si llegara a besarla.
Ella inhaló recibiendo los aplausos de su
audiencia, incluidos los de David. Yo aún notaba como una mano subía y bajaba
creando un rastro; pero ya no en el cuerpo de Isabela o siendo ella la dadora
de tan placentero roce. Me levanté aún con el hormigueo por mi pierna por el
movimiento nunca adjudicado. Nunca por ella.
Me
acerqué a ella y por fin hablé:
¾ Hola –
dijimos, recibiendo una sonrisa por su parte.
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Yo quería que se quedara. Ahí con esa sonrisa,
sin importar el pasado o lo nunca atribuido. Nada. Yo quería creer que ella
deseaba quedarse.
Quería creer que me había visto a mí, seducido a
mí.
Como siempre me estaba tratando de engañar en el
lugar y momento equivocado, notando como cada sonrisa, cada ademán, cada roce
fue para alguien más.
Y suspiraba; siempre suspiró en busca de lo que
anhelaba. Y yo aún rogaba un suspiro.
Un suspiro que era ella.
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