Y por favor, miénteme de Fernando Araujo Vélez, el secreto mejor guardado de la nueva literatura nacional
Fernando Araujo Vélez acaba de publicar
en Silaba una novela, de esas que se escriben de tanto en tanto, muy de tanto
en tanto, —a pesar de la catarata de títulos que cae al mercado cada año—; Y por favor, miénteme es de esas obras que
desde su primera línea reconcilia al lector con la buena literatura; con
aquella literatura que representa el ansiado y elusivo placer del texto. No hay
duda para quien esté alerta a las letras nacionales que vivimos una bonanza
literaria: por una parte, el producto de esa generación que se formó más allá
del umbral de la sombra pantagruélica macondiana y que otea el panorama
nacional en plena madurez productiva, una generación poblada de nombres tan
rutilantes como de premios altisonantes; y por otra, la generación siguientes
que ya algunos sugieren en bautizarla como los ochenteros, por haber nacido en
ese decenio, y que irrumpe en el contexto nacional e internacional con
impetuosa fuerza. Todo esto son excelentes noticias para nuestras letras y
habla del buen momento que vivimos, como quizá nunca antes; parecería que la
Providencia nos hubiera premiado con un mundo nuevo donde ya no dependemos de un
desigual sistema de planetas y satélites; al contrario, estamos ante una verdadera
constelación de narradores, fabuladores y creadores a cuál más de serios y
entregados a su oficio.
Afirmado lo anterior, hay que descontar de
ese catálogo prodigioso de nombres, nova
et vetera, lo superfluo, lo perecedero; es necesario entresacar el grano de
la paja y el polvo. Pasar por el cedazo el bulto de libros y quedarnos con un
puñado de aquellos que reconfortan nuestro espíritu y nos hacen sonreír en sigilosa
y profunda admiración. No hay fórmula única; y por supuesto siempre se podrá
esgrimir el doble filo del gusto literario. Pero las obras, lo sabemos, brillan
por sí solas; por su propio valor, no requieren de aparatosos aparatos del marketing ni de nombres inflados por
turiferarios incendiarios. Si nos guiáramos por las citas de las contraportadas
estamos ante un nuevo Proust cada tres meses afirma el escritor y editor
Chitarroni en una reciente entrevista a la revista mexicana Letras Libres.
Y
por favor miénteme llegó de manera discreta. Casi subrepticia. Se coló a
las estanterías de las librerías sin la fanfarria de la mesa de novedades. No
es de esas novelas que pertenecen al mainstream
literario ni editorial. Su autor, Araujo Vélez, la ha esculpido durante diez
años, sin prisa pero sin pausa, hasta tener la certeza de estar lista para ser
parida. Entre tanto, en su labor incansable en El Espectador, a cargo de la
sección de cultura y del blog del Magazín, forjó página a página una pequeña
obra maestra. Araujo irrumpe con esta primera novela como un narrador sólido,
maduro, exquisito.
La saga de los Vila, una familia
patriarcal cartagenera —¿hay algo más patriarcal en este país que una familia de
linaje cartagenero, de esas íntimamente emparejadas con la historia de nuestra
nación, en sus gestas heroicas y su desastres económicos y políticos?— recorre
las páginas de Y por favor, miénteme.
Una historia que se remonta a una pareja, Dionisio Epifanio Vila y su esposa Margarita
Daníes Kennedy; y el hermano medio de este, Joaquín F. Vila, uno de los
protagonistas y víctima de uno de los mayores fraudes electorales del país, el
Acta de Padilla: la elección presidencial de Rafael Reyes, que se concretó nada
menos que en La Wajira, a manos de uno de los mayores caudillos de la época, el
vicario general y mandamás de la península Juanito Iguarán, en una patraña
urdida por nadie menos que los primos de Joaquín F., hipnotizados por las
promesas de Reyes de grandes contratos.
Lo anterior no es más que el pretexto
para desarrollar una trama de amores y traiciones, de atentados y persecuciones,
de aventuras amorosas y desventuras económicas, de «blancos» y no tan blancos,
de políticos y anarquistas. Y una mujer al centro. Helena. Como en Troya. Una
mujer disputada y anhelada por adversarios y parientes: Helena Vila Pombo. Una
mujer demasiado bella y fuerte para ser dominada por su marido. Una mujer que
prefiere hacerse pasar por loca y sufrir la estigmatización antes que claudicar
su impetuosa personalidad. Y por favor
miénteme, es la historia de una familia, pero también la historia de una
ciudad, de una región, el Caribe, y por lo mismo, en gran parte, de una nación,
la nuestra.
Araujo Vélez es dueño de una prosa
preciosista; un lenguaje diáfano, poético, con suficientes toques aquí y allá
para que cada línea brille en su factura, sin que empalague por adjetivaciones
innecesarias o manierismos artificiosos. Por ello, la historia de los Vila se
deja leer de manera apasionada —a pesar de la intrincada red familiar que entrecruza
cada página— y el lector celebra cada pasaje con el culto al lenguaje que brota
de la pluma con aparente facilidad pero que solo quien ha incursionado en la
creación literaria puede dimensionar el trabajo que ello exige.
Esta opus
prima de Araujo no necesita estar dentro de las nominadas para un Premio
Nacional de Narrativa; esos escenarios no pocas veces son ajenos a las mejores
obras. Y quizá, es preferible que así sea. A veces estas novelas de las que
hablamos, como esta precisamente, se constituyen en el secreto mejor guardado de la literatura
nacional hasta cuando les llega su día. Y mientras llega ese día los lectores
podemos regodearnos de ser poseedores de ese secreto.
Philip Potdevin
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