Aprender a pensar, el pensamiento y el pensador: Heidegger y un ejercicio en torno a una sentencia de Heráclito
Por Philip Potdevin
Martin Heidegger |
Toda
interpretación requiere de un pensar, de una meditación reflexiva sobre lo que
se quiere comprender o descifrar. No es posible dar por descontado el pensar
como una actividad innata del ser humano. Bien sea para el pensador de oficio o
para el hombre común, hay que ahondar y entender en qué significa pensar; y más
allá de pensar sobre el pensar, debe ser posible demostrar, a través de un
ejercicio práctico, qué es eso que se dice cuando se dice pensemos en algo. Para
ello, el presente trabajo busca reflexionar sobre la actividad del pensar en la
perspectiva de Heidegger, a través de la lectura de ¿Qué significa pensar?[1]
¿Qué es la filosofía?[2]
Ejercitación en el pensamiento filosófico[3],
Camino de Campo[4],
Serenidad[5],
Desde la experiencia del pensamiento[6], e Identidad y diferencia[7].
Se abordará una sentencia de Heráclito, citada por Heidegger, como ejercicio de
pensamiento filosófico.
Para
iniciar, la pregunta es sencilla (en Heidegger el pensamiento filosófico
siempre debe ser sencillo) y a la vez profunda: ¿Qué es y qué significa pensar?
Hay muchos tipos de pensamiento: matemático, científico, artístico, político,
económico. Aquí nos interesa el pensamiento filosófico, aquel que hace las
preguntas más sencillas y amplias a la vez. El pensamiento es lo que caracteriza
al ser racional y lo diferencia del animal; dicho de otra manera, es lo que
hace al hombre un animal racional.
Una
primera aproximación a la definición de pensar la provee Heidegger en Serenidad: “meditar acerca de algo que a
cada uno de nosotros nos concierne directamente y en cada momento en su
esencia”. Expresado de manera más poética: “Pensar es la concentración sobre un
pensamiento, que permanece fijo como una estrella en e cielo del mundo”[8], y
dicho de la manera más simple es “pensamiento sobre el pensamiento”[9]. Pero,
¿pensar en qué? “En lo que nos mantiene
en la medida en que ha de pensarse. Lo pensado es lo dotado de recuerdo por el
hecho de que nosotros tendemos a ello.”[10]
Sin
embargo el pensar no se da de manera fácil; requiere una decisión, una
vocación, una cierta inclinación a ello. Podemos vivir una hora tras otra, un
día tras otro sin que verdaderamente nos dediquemos en verdad a pensar. Aún así
incluyamos a los profesionales del pensamiento, todos somos, al decir de
Heidegger, “pobres de pensamiento” (gedanken-arm), caemos con facilidad en
estar “faltos de pensamiento” (gedanken-los).[11]
Pero ello nos podría llevar a renunciar a la capacidad de pensar. Estar faltos
de pensamientos es, de manera paradójica, una indicación que la esencia del
hombre es precisamente pensar. Llegamos a ser pobres de pensamiento porque “el
hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, «espíritu y
entendimiento, y está destinado y
determinado a pensar»[12].
El hombre
moderno, evade el pensar. Su “huida ante el pensamiento”, dice Heidegger, es la
causa de la creciente falta de pensamiento, y sin embargo el hombre no la
quiere ver ni admitir. Y aducirá el individuo de hoy que esto no es cierto: que
nunca como hoy el ser humano ha pensado tanto, jamás en la historia ha dedicado
tanto tiempo a profundizar en el pensamiento. Heidegger difiere de esa objeción
y en su lugar aclara: hay dos tipos del pensar, el pensar calculador y la
reflexión meditativa. El primero abunda, es aquel pensamiento que cuenta,
calcula y calcula posibilidades siempre nuevas. Este tipo de pensamiento nunca
se detiene, pero a la vez, el ser humano con poca frecuencia se detiene a
meditar. El pensar calculador “no es un pensar meditativo; no es un pensar que
piense en pos del sentido que impera en todo cuanto es”. El ser humano de hoy
huye del pensar meditativo, insiste Heidegger en Serenidad. ¿A qué se debe esa huida? En gran parte al recelo que
este puede generar por ser considerada una actividad demasiado “elevada” para
el pensamiento común. El pensar reflexivamente, meditativamente, exige
entrenamiento, esfuerzo, requiere de cuidados más delicados que cualquier otro
oficio. Pero como en todo oficio, como en el del campesino, por ejemplo, el
pensador debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a madurar. Hay que
admitir que es necesario aprender a pensar. Lo anterior indica que todavía no
pensamos, que estamos lejos de dominar ese oficio. Heidegger declara: “Lo
gravísimo de nuestra época es que todavía no pensamos.”[13]
Para
aprender a pensar se necesita una vía, un camino, así sea largo y tortuoso y
nos lleve apenas a la antesala del pensar. ¿Cuál puede ser el sendero para propiciar ese
pensar meditativo? Los grandes pensadores han buscado, encontrado y recorrido caminos.
Han sido deambulantes. El camino es tanto de carácter físico, geográfico, como
un camino que atraviesa colinas y bosques, como de tipo interior, aquel denominado
“viaje interior”; los pensamientos van fluyendo al compás del merodeo de los
caminos. Lo uno pareciera estar ligado con lo otro. El recorrer caminos
propicia el pensar, hace aflorar los pensamientos y los limpia, los aclara. No
es casualidad que varios de los grandes filósofos lo hicieran, desde
Aristóteles, quien leía y enseñaba mientras caminaba o Kant quien vagaba por
los bosques en torno a su microcosmos de Köenisberg o Nietzsche, el de El caminante y su sombra, que deambulaba
por los bosques de Saint Moritz. El mismo Heidegger da testimonio de su
actividad peripatética en Camino de campo:
“Una y otra vez el pensamiento recorre, ora sumido en aquellos escritos ora en
tentativas propias, la senda que el camino traza a través de los campos. Este
permanece tan próximo al paso del pensador como al paso del campesino que, al
amanecer, marcha a segar.”[14]
Es en ese deambular por los campos donde los pensamientos se afinan, se
aclaran, se perfilan: “En el aire del camino del campo, que cambia según las
estaciones, madura la sabia serenidad con un mohín que, a menudo, parece
melancólico. Este saber sereno es lo «Kuinzige».[15]
De
regreso a la idea anterior; el pensar no está fuera del alcance del hombre
común, dado que el hombre es “el ser pensante, esto es, meditante”. No
necesitamos de ningún modo de una reflexión «elevada». Es suficiente que nos
demoremos junto a lo próximo y que meditemos acerca de lo más próximo: acerca
de lo que concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora, en este rincón de la
tierra natal; ahora: en la hora presente del acontecer mundial” (S).
Para
Heidegger, el pensar es una actividad análoga al cantar y al poetizar. Son
árboles del mismo bosque, incluso árboles vecinos. No hay demasiada distancia
entre un verso de Hölderlin, un lied
de Schubert o un pensamiento de Nietzsche.
Cantar
y pensar son los troncos vecinos del poetizar
Estos
irrumpen del ser y alcanzar la verdad
Su
relación hace evocar el canto de Hölderlin a los árboles silvestres:
“Y
desconocidos el uno del otro permanecen,
mientras
están erguidos, los troncos vecinos.[16]
Para
ejercitar el pensamiento, para hacerlo fluir, es necesario una cierta
disposición, una inclinación natural que puede ser suscitada a partir del
contacto profundo y sensible con las manifestaciones más esenciales de la
naturaleza, como cuando la luz matutina silenciosamente crece sobre los montes,
como cuando la veleta delante de la ventana de la choza canta al levantarse la
tormenta, como cuando de repente bajo el pluvioso cielo desgarrado se desliza
un rayo de sol sobre la oscuridad de los prados alpinos, como cuando en el inicio
del verano florecen en el prado extraños narcisos y bajo el arce brilla la
zarzamora, como cuando el viento, cambiando pronto, muge en la armadura de la
cabaña y el tiempo se hace tedioso, como cuando en el día veraniego la mariposa
se aloja en las flores y, cerradas las alas, con ellas abanica al viento del
prado, como cuando el torrente montano en el silencio de las noches cuenta su
precipitar sobre las peñas rocosas, como cuando las noches invernales,
tormentas de nieve sacuden la cabaña y después de una mañana el paisaje es cubierto
por su manto nevado, como cuando de las pendientes del alto valle, de allá
arriba los rebaños lentamente traen un dindón, dindón,… en fin, como cuando la luz de la tarde, cayendo sobre
algún punto de la selva, dora los troncos.[17]
Podría
decirse, al leer, al escuchar lo anterior, que esto fuera fruto de un poeta, no
de un pensador como Heidegger. Pero poesía y filosofía son troncos vecinos en
el bosque, han afirmado y coincido Hölderlin y Heidegger. Este último no niega
la proximidad entre el pensar y la poesía; al contrario, la afirma. Hölderlin
está detrás de cada página de las meditaciones que hace el filósofo sobre el
pensar. Y, sin embargo, el pensar y su
producto el pensamiento, aquellas actividades propias del pensador no son
actividades que se quedan en lo bucólico; lo expresado sobre el pensamiento en
lenguaje tan poético no son versos para alimentar el espíritu. A Heidegger le
interesa el pensar como actividad, como oficio, como vocación para hacer el
viaje del ente al ser, pero con cautela pues “aquello de que se habla y lo que
se habla no son la misma cosa. Una idea exacta de aquello de que se habla no
garantiza que nos hayamos puesto en contacto con lo que se dice. Se dice lo que
Nietzsche pensaba. Como pensador piensa lo que es, en cuanto es, o sea, el ente
en su ser. Según esto, el pensar de los pensadores sería la relación con el ser
del ente.. nos estamos moviendo de esa relación con el ser. Estamos pensando.
Dicho con mayor cautela: intentamos ponernos en contacto con esa relación con
el ser. Tratamos de aprender a pensar.“[18]
Ahora
bien, el pensar emana de esa esencial disposición afectiva de la
correspondencia; de la búsqueda del asombro. Heidegger, en Qué es la filosofía?, cita el Teeteto (155d): “Es muy
característico de un filósofo eso que llamamos pathos – e aso,nbro;
efectivamente, no hay otro origen de la filosofía que ejerza un dominio mayor
que este.” [19]
El asombro es la simiente de la filosofía, del pensamento y domina a estos
desde el principio hasta el final, afirma Heidegger.[20]
¿Es
sencillo aprender a pensar? El pensar filosóficamente ¿qué tan complejo debe
ser? El pensamiento debe ser lo más sencillo posible, afirma Heidegger. “En la
sencillez está el secreto del pensar: Lo sencillo encierra el enigma de lo que
permanece y es grande. Entra de improviso en el hombre y requiere una larga
maduración. En lo imperceptible de lo que es siempre lo mismo oculta su
bendición. La vastedad de todo lo que ha crecido y habita los alrededores del
camino, dispensa mundo. Sólo en lo no dicho de su lenguaje Dios es Dios, según
dice Meister Eckhart, el viejo maestro de lecturas de la vida.”[21]
Hay que buscar la sencillez, defenderla, profundizar en ella y nutrirse de su
savia. No hay que dejarse engañar con lo no sencillo: “A los dispersos lo
sencillo se les antoja uniforme. Lo uniforme hastía. Los desencantados sólo
encuentran lo indistinto. Lo sencillo se ha evadido. Su callada fuerza se ha
agotado”. Loa para aquellos pensadores que aprecian lo sencillo.“ “Disminuye
rápidamente, por cierto, el número de los que todavía reconocen lo sencillo
como bien adquirido. Pero en todas partes los pocos son los que permanecerán.”[22]
Es en el silencio, lejos del estruendo citadino, allende la alharaca de la
civilización, atrás de los cañonazos y bombardeos de la guerra donde lo
sencillo emerge con toda su fuerza, en toda su magnitud y munificencia: “..el
silencio se hace más silencio. Llega
hasta aquellos que antes de tiempo fueron sacrificados por dos guerras
mundiales. Lo sencillo es ahora más sencillo. Lo que es siempre lo mismo
extraña y libera. Ahora el aliento del camino de campo es muy nítido.¿Es el
alma que habla? Es el mundo que habla? ¿Es Dios que habla?”.[23]
A
Heidegger, a diferencia de Hegel, no le interesa penetrar el horizonte de lo
pensado por los pensadores anteriores. Eso es campo de la historia de la
filosofía. A Heidegger lo que interesa no es penetrar en lo ya pensado sin en
un impensado del que lo pensado recibe su espacio esencial.[24]
Es pensar lo que puede estar por delante de la tradición, no en el pasado de
ella. Pensar exige “la puesta en libertad del pensar transmitido para que pueda
entrar en su ser anterior todavía concentrado.”[25]
Con
todo, el pensar no puede caer en el vacío, el pensamiento tiene que versar
sobre algo, no puede limitarse a ser un parangón de la poesía. Heidegger hace un
ejercicio específico para evitar caer en la vía capciosa de pensar sobre el
pensar. Propone pensar por nosotros mismos tomando como ejemplo una sentencia de
Heráclito. Es significativo que Heidegger recurra a un filósofo situado en el
extremo opuestos de la historia de la filosofía; en los albores del pensar
occidental (año de 550 el 490. A. de C).
Insiste
Heidegger en lo sencillo. En las instrucciones que provee a sus alumnos para
abordar el pensamiento de Heráclito, indica: lo que aquí se comenta es muy
sencillo: para las exigencias científicas tan sencillo que no tiene ningún peso.
Cabe aquí entonces hacer un análisis de un pensamiento, de un filósofo, desde
la actividad de pensar un pensamiento, de reflexionar, de manera filosófica, sobre
el pensar.
Heidegger
cita a Heráclito. “Si todo lo ente se
desvaneciera en humo, entonces podrían ser las narices las que lo
diferenciaran? (a lo ente, y las que lo determinan en cuanto a tal).” ¿Qué
significa esta frase? ¿De qué manera abordarla y cómo se puede pensar sobre
ella y su sentido? Heidegger, en varias de sus clases de 1942, invita a sus
alumnos a profundizar en esta frase de Heráclito.
Para
comenzar, hay que reflexionar sobre lo que se quiere decir con “todo lo ente”.
¿Qué es “todo lo ente”? No es sólo lo que es visible, la naturaleza externa
sino de verdad la totalidad de lo ente, y en este conjunto entra tanto lo
divino como lo humano. Esto lleva a preguntarse si es posible pensar este
“universo de lo ente”, si “todo lo ente” significa “todo lo real” y si en lo
ente se puede incluir todo lo posible, lo cual llevaría, por su desmesura, a un
“propósito desesperado”. Pero, de nuevo, ¿qué es todo lo ente? Es todo lo real.
Y qué es “todo lo real”? Todo lo que hemos experimentado, yo, los demás,
nosotros; pero eso es demasiado poco pues puede haber cosas reales que jamás
haya experimentado nadie y no por eso pasarían a no ser nada. Y aunque se
reuniera todo esto como lo real, eso todavía no alcanza a calificar para ser
considerado todo lo ente pues también lo pensable forma parte de ello.
Entonces, todo lo pensable y todo lo posible también es; incluso de la muerte no podemos decir que no es nada por cuanto
todavía vivimos y para nosotros la muerte es sólo una posibilidad. De esta
forma entonces el universo de lo ente se hace cada vez mayor y llega a incluir
a todo lo que no es una nada.[26]
Pero
Heidegger previene: la sentencia de Heráclito no habla del “ente en su
conjunto” sino que se refiere a una alteración de un estado, a una alteración
del ser de lo ente: “Suponiendo que
todo lo ente se desvaneciera en humo…”. Hay un supuesto y es que pensemos algo que en realidad no es (que
todo lo ente se desvaneciera en humo), precisamente que el ser de lo ente llegue
a ser de otro modo a como es. Se arriba entonces al pensar, y en concreto al
pensar en su forma imaginativa, a la facultad de representación. Es la
capacidad de hacer una imagen de algo que no es real o no existe, como se puede
pensar en algo que no existe, un unicornio, un objeto que cae hacia arriba, por
ejemplo, que no podemos representar de manera figurativa pero sin embargo nos
referimos a algo muy concreto.[27]
Si ahondamos
y continuamos pensando con la frase
de Heráclito, percibimos que se trata de una relación entre lo ente y algo que
lo percibe, en cuanto a tal: el hombre, así no lo mencione de manera
específica, sólo dice narices, y un animal también tienen narices. Por lo tanto
podría alegarse que en esa relación cabe todo animal. Pero quien tiene la
capacidad de percibir esto es el hombre no el animal es una facultad
esencialmente humana Es imposible preguntarle al animal si percibe lo ente en
cuanto a ente; precisamente por ello, que no pueda comunicarlo, que no tenga un
lenguaje demuestra que el animal no tiene esa referencia. Los dos miembros de
la relación son entonces, lo ente y lo humano. Sólo el ser humano puede
percibir lo ente como tal, y por ellos se destaca y diferencia de todos los
demás seres no humanos. El ser humano es parte de lo ente y participa de su
destino, explica Heidegger. Y al mismo tiempo percibe lo ente y también a sí
mismo, como ente y puede decir: soy.
No son los sentidos, el olfato, por ejemplo, a través de su órgano las narices,
los que pueden decretar ni establecer lo ente como ente. Todos los animales
tienen sentido, solo el hombre tiene la capacidad de reflexionar en cuanto a lo
que es. El hombre se comporta para lo ente como ente, pero la entidad de lo
ente no se percibe con los sentidos, aclara Heidegger, por eso es la razón la responsable
de esa percepción, no los sentidos. De allí que es al ser a lo que nos debemos
referir cuando decimos el ente es. Es
el ser el único que puede experimentar otra cosa como ente, una pizarra, un
asiento, un libro. Es el ser lo que se ha apartado de todo lo determinado y
particular, es lo más abstracto.[28]
El
anterior ejercicio, realizado por Heidegger con sus alumnos y resumido aquí, es
un muestra de lo que significa pensar de manera filosófica, al trasladarse al
pensamiento de un pensador como Heráclito, y que nos permite abordar su
pensamiento por nosotros mismos, través de la guía, en este caso, dada por
Heidegger. No ha sido un ejercicio abstracto de pensar sobre el pensar. Se ha
hecho la tarea de tomar un pensamiento y reflexionar, pensar profundamente
sobre el mismo y llegar a una conclusión específica. Heidegger va de lo simple
a lo profundo; de lo concreto a lo abstracto: recorre el camino que va de lo ente al ser, profundiza
en la diferencia entre ente y ser.
[1] Heidegger, Martin, ¿Qué significa pensar?, traducción de H.
Kanehmann, Caronte filosofía, La Plata, 2008, citado en adelante como QSP.
[2] Heidegger, Martin, ¿Qué es la filosofía? traducción J.A.
Escudero, Herder, Barcelona, 2004, citado en adelante como QelF.
[3] Heidegger, Martin, Ejercitación en el pensamiento filosófico,
traducción de A. Ciria, Herder, Barcelona, 2011., citado en adelante como
EeePF.
[4] Heidegger, Martin, Camino de Campo, Der Feldweg, traducción
de C. Rubíes, Herder, Barcelona, 2003, citado en adelante como CdC.
[5] Heidegger, Martín, Serenidad, Gelanssenheit, versión
castellana de Yves Zimmermann, publicada por Ediciones del Serbal, Barcelona,
1994 recuperado de http://www.heideggeriana.com.ar/textos/serenidad.htm, en junio 14, 2014, citado
en adelante como S.
[6] Heidegger, Martín, Desde la experiencia del pensamiento,
Aus der Erfahrung des Denkens, traducción de P. Mora a partir de las
traducciones al italiano y al español de F. Favino y J.B. Llinares, 2001,
recuperado de http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/ausder.pdf, citado en adelante como
DlEdP.
[7] Heidegger, Martin, Identidad y diferencia, traducción de H.
Cortés y A. Leyte, recuperado de http://www.philosophia.cl/biblioteca/Heidegger/Identidad%20y%20diferencia.pdf, citado en adelante como
IyD.
[8] DLEP, 2.
[9] EeePF, p.131.
[10] QSP, Primera lección, p.13.
[11] La conferencia Serenidad data de 1955, mucho antes de
la aparición de la Internet, los motores de búsqueda y de la información en
tiempo real. En ella Heidegger se queja: “la falta de pensamiento es un huésped
inquietante que en el mundo de hoy entra y sale por todas partes. Porque hoy en
día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en
el mismo instante con la misma rapidez.”
[12] El énfasis es mío.
[13] QSP, Primera lección, p.
15.
[14] CdC, ps. 20-21. Immer wieder geht zuweilen das Denken in den gleichen
Schriften oder bei eigenen Versuchen aud dem Pfad, den der Feldweg durch die
Flur zieht. Dieser bleibt dem Schritt des Denkeden so nahe wie dem Schritt des
Landmannes, der in der Morgenfrühe zum Mähen geht).
[15] Heidegger aclara en una
carta del 15 de abril de 1954 que la etimología de la palabra Kuinzige no es
clara y el uso se limita al ámbito e la Alta Suabia: “Su significado es próximo
a ironía de Sócrates, que tanpoco se
ciñe a concepto alguno. La palabra se refiere a la preponderancia serena y
melancólica respecto de lo acostumbrado y habitual, que siempre se da demasiada
importancia; no obstante, esta preponderancia carece de altanería y tampoco es
un tipo de burla maliciosa”. (CDC, p. 51)
[16] DlEdP, 11.
Singen und Denken sind die
nachbarlichen
Stämme des Dichtens.
Sie entwachsen dem Seyn und
reichen in seine
Wahrheit.
Ihr Verhältnis gibt zu
denken, was Hölderlin
von den Bäumen des Waldes singt:
„Und unbekannt einander bleiben
sich,
Solang sie stehn, die nachbarlichen
Stämme."
[17]
DlEdP.
[18] QSP, I, octava lección, p. 86.
[19] QelF, p. 58
[20] QelF, p. 59
[21] CdC, p. 31.
[22] CdC, p. 37
[24] IyD, p. 18.
[25] IyD, p.18
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