Yurupary: proposiciones de verdad en el mito del Vaupés A partir de Observaciones en torno a la Rama Dorada de Frazer, de Wittgenstein
por Philip Potdevin
Posibilidades
de una aproximación analítica al mito
Este escrito procura acercarse desde una perspectiva analítica al mito
fundacional del Vaupés, llamado Yurupary, recogido de la tradición oral a
finales del siglo XIX por el conde italiano Ermanno Stradelli durante una larga
estadía en las selvas amazónicas.[1] No
se trata de efectuar un análisis antropológico, psicológico o literario.
Tampoco se pretende hacer aquí una lectura desde los juegos de lenguaje
científico, moral, ético, o mágico-religioso. Lo que interesa es aproximarse a
la leyenda mediante el examen descriptivo de la proposiciones figurativas que
sostienen el mito tomando como modelo de análisis el propuesto por Wittgenstein
para abordar algunos mitos descritos en La
Rama Dorada de Frazer..
¿Explicar
o describir?
Comencemos por decir que a Wittgenstein le interesa el tema de la magia y
la religión como significado (Bedeutung),
no como creencia (Glauben). En la
breve recopilación de fragmentos, agrupados bajo el título de Observaciones a la Rama Dorada de Frazer[2]
hace una crítica al antropólogo escocés James Frazer, quien pretende explicar los mitos, las leyendas y las
prácticas de los pueblos primitivos como fruto de la ausencia del pensamiento
científico en esas comunidades. Frazer es atacado por su intelectualismo y la pretensión
de racionalizar las prácticas mágico-religiosas de esos pueblos. Por su parte,
a Wittgenstein no le interesa explicar
sino describir la vida humana tal como
es y en eso proceso, descubrir las analogías que se pueden derivar de lo
mágico-religioso y examinar la dinámica con otros lenguajes afines.
Lo importante aquí, desde la perspectiva analítica del primer
Wittgenstein, es ver al hombre no como una elucidación lógico racional fruto
del entendimiento, sino como constructor de lenguajes que recogen experiencias
primarias, que servirán después para ser sustituidas por expresiones o sistemas
lingüísticos posteriores.[3] A
Wittgenstein no le concierne contrastar el mito con la polaridad opuesta de lo
racional sino quiere ocuparse de lo que
dice el mito, con su trasfondo mágico-religioso tal como está escrito o
conservado. Lo que interesa al filósofo austríaco es contrastar el mito con la
ciencia, o más específicamente, poner en juego las expresiones humanas que
caracterizan muchos lenguajes, con el sistema de creencias que constituyen la
base empírica de las ciencias naturales y sociales. Para ello se aleja del
enfoque intelectualista y reductivo de Frazer de tratar de explicar el mito, la
leyenda y las prácticas antiguas, insistimos, desde lo racional. El asunto no
es justificar ni encontrar un por qué de
las prácticas mágico-religiosas., si bien hay que admitir que toda explicación
es atractiva por cuanto produce satisfacción al apetito racionalista de
encontrar la causa y el fin de un comportamiento o de una creencia. De esa
forma se pone al ser humano a salvo del horror del sinsentido de los hechos, de
la vida, de la existencia misma.
¿Qué queda entonces si no manifestar lo mágico-religioso? «Aquí sólo se
puede describir y decir: así es la vida humana.»[4] La
propuesta de Wittgenstein es, ante el horror o la angustia del enfrentarse a lo
inexplicable, de tener que confrontar los acontecimientos internos o procesos
que no se pueden aprehender a través de hipótesis empíricas, apelar al único
recurso que queda disponible: juntar los datos, buscar analogías cercanas y
precisas y concretar nuestro mundo interior con el entorno externo para de esa
forma liberarnos de toda angustia.[5]
Lo anterior se comprende mejor si tomamos como ejemplo la leyenda celta,
citada por Frazer sobre un rito ceremonial en el que se sacrifica a un ser
humano.
Los Festivales Ígneos de Beltane
La crítica que Wittgenstein esgrime contra lo establecido en La Rama Dorada se constata en el
análisis de los llamados Fuegos de Beltane, recogidos y explicados por Frazer.
En estas antiguas prácticas celtas y druidas, que parecen haber subsistido
desde épocas primitivas hasta casi doscientos años antes de la obra de Frazer,
se realizan sacrificios humanos como resultado de un extraño sorteo entre los
miembros de la tribu que se turnan para sacar de una bolsa, en una siniestra
lotería, pedacitos de torta. La porción que está “premiada” es la que esconde
un botón negro. Aquél que saca el botón negro es el sacrificado al fuego. El
cometido de Frazer es explicar la razón de esos festivales mediante una teoría
que de cuenta de lo más probable para justificar esos hechos. Frazer llega a una
explicación plausible de los hechos a partir de la creencia primitiva que tiene
el ser humano del fuego como elemento purificador. El fuego depura las cosechas
y los animales, por lo tanto, de allí a pasar a quemar al ser humano como un
sistema de purificación no hay sino un paso. El ser primitivo carece del conocimiento
científico y por ello apela a esa creencia básica del fuego limpiador. Es, por
supuesto, una creencia práctica que permite aplicar lo igual a lo igual como en
la magia homeopática. De esta forma Frazer, y otros antropólogos, creen
triunfar en su explicación racional de un comportamiento tan extremo como que
un ser humano queme a su semejante. Wittgenstein sostiene que esa explicación
de poco sirve y nada dice. El método de Frazer está construido sobre una base
empírico-racional de acumulación de datos y apuntalado con una teoría que logra
explicarlos. Hay una referencia minuciosa y científica de los hechos. Asi, Frazer
se satisface con la construcción lógica que afirma que los Festivales Ígneos
son producto de una serie de prácticas anteriores que se remontan hasta lo más
primitivo y llegan a las ceremonias purificadoras del fuego. Con eso pretende
haber resuelto de manera satisfactoria el misterio de Beltane.[6]
Wittgenstein propone en su lugar, una explicación
filosófica. Le interesa, en lugar de la explicación, el significado (Bedeuting) de los hechos. No se trata de justificar un hecho tan
atroz como el que un ser humano someta al fuego al otro, pero el sólo hecho que
se haya llevado a cabo significa que existe esa posibilidad en el ser humano. De allí que debe seguir no la explicación del hecho sino la
comprensión del mismo. Es equivocado simplificar o trivializar el misterio
mediante una explicación; lo que se busca es usar el misterio como guía para
comprenderlo.
¿De qué manera? En esencia, mediante la búsqueda y hallazgo de analogías que
partan de una referenciación de nosotros mismos. Se podría comprender el
fenómeno si entendiéramos que todo lo terrible que existió en dichos festivales
emana de lo terrible que es en sí la vida humana, afirma Wittgenstein[7].
El ser primitivo da rienda suelta a sus miedos, angustias y de esa manera
alcanza una satisfacción. La explicación de Frazer no nos libera de la
angustia, mientras que la comprensión que propone Wittgenstein sí la permite.
Por lo tanto, la elaboración lógico-racional de Frazer nos deja igual que
cuando nos aproximamos al misterio, mientras que la analogía de Wittgenstein permite
aproximarnos al fenómeno, describirlo; este método permite ponernos en contacto
con el misterio de nuestra existencia (nuestra
se refiere tanto a los primitivos como a nosotros mismos). Hay por lo tanto, un
echar mano del simbolismo pragmático y de la hermenéutica por parte de Wittgenstein.[8]
Habiendo contrastado de esta manera la aproximación de Frazer frente a la
que hace Wittgenstein, demos paso al análisis del mito de Yurupary, tomando
como referencia la aproximación propuesta de describir y comprender en lugar de
explicar.
Siete proposiciones en el mito de Yurupary
De acuerdo con la teoría figurativa y su aplicación a la proposición, Wittgenstein
defiende que sólo las proposiciones tienen sentido. Esto quiere decir, si
tienen sentido, figuran, exhiben un modelo o representación de un estado posible.[9]
En el Tractatucs
logico-philosophicus[10]
de Wittgenstein proponen siete tesis centrales:
1.
El mundo es todo lo que es el caso.
2.
Lo que es el caso, el hecho, es la existencia de
los estados de las cosas.
3.
La figura lógica de los hechos es el
pensamiento.
4.
El pensamiento es la proposición con sentido.
5.
La proposición es una función de verdad de la
proposición elemental.
6.
La forma general de una función de verdad es [p,
ξ, N(ξ)]
7.
De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.
Centrémonos en el mito de Yurupary. Allá, en un tiempo primigenio, los
hombres del pueblo tenuita se diezmaron debido a una epidemia. Las mujeres se
quedaron casi solas, acompañadas apenas por un puñado de ancianos. Esto llevó a
que ellas tomaran el control y liderazgo de la tribu y, preocupadas por la
amenaza de la extinción del pueblo debido a la escasez de hombres, decidieron
hacer una reunión para buscar soluciones a la coyuntura. Así se congregaron en
las orillas del lago sagrado de Muypa. Al lado de ellas estaba sentado, en
silencio y discretamente, el consejero o chamán de la tribu, el payé, llamado Uarli, quien las
escuchaba, indignado por no haber sido tenido en cuenta ni consultado. Las
mujeres decidieron ingresar al lago y junto a ellas descendió Seucy (la
constelación que conocemos como las Pléyades) y se bañó con las demás mujeres. En
ningún momento se percataron que Uarly estaba también en las aguas. Las mujeres
salieron del lago con una sonrisa. Al haber estado en contacto con las aguas en
las que estaba el payé, las mujeres
quedaron fecundadas. Sin embargo, el payé profirió una sentencia terrible, que constituye
el eje central del mito: «Desafortunadamente
veo que no se podrá encontrar en la tierra una mujer paciente, discreta y que
sepa guardar un secreto». Este augurio servirá de hilo conductor a través
del mito. Y luego, continuó el payé: «Hace
poco tiempo, el Sol me avisó en sueños para que no permitiera a ninguna mujer
aproximarse de noche a las márgenes de este lago. Les advertí de esta prohibición
y las encuentro a todas aquí, maquinando cosas vergonzosas contra nosotros, los
viejos, y desobedeciendo las órdenes de quien gobierna el mundo…La generación
que nacerá mañana excluirá para siempre a las mujeres de todos los asuntos
importantes».
Allí quedan
consignado el núcleo de las proposiciones de verdad del mito de Yurupary que
examinaremos. Según el Wittgenstein del Tractatus,
una proposición es la descripción de un estado de las cosas y para ello debe
describir la realidad de manera completa, y así como la descripción de un
objeto se hace por sus propiedades externas, la proposición describe la
realidad por sus propiedades internas (4.023).
En ese orden de
ideas, en el mito, encontramos siete
proposiciones que estructuran el mito y que emanan del temprano augurio de
Uarly. Al final del relato las proposiciones serán corroboradas por el propio
hijo del Sol, Yurupary. Estas son las
siete proposiciones:
1. Es imposible encontrar una mujer perfecta.
¬∃m:(P(m))
Que también se
puede expresar de la siguiente manera:
∀m:(¬P(m)
2. Una mujer perfecta es paciente, sabe guardar
un secreto y no es curiosa.
P(m)→pac(m)
∧ gs(m) ∧ ¬ cr(m)
3. Ninguna mujer existente en la tierra reúne las
cualidades de ser paciente, saber guardar un secreto y no ser curiosa.
¬∃m:
pac(m) ∧ gs(m) ∧
¬ cr(m)
4.
Si la
mujer es paciente, no sabe guardar un secreto.
P(m)→¬gs(m)
5. Si la mujer sabe guardar un secreto, no es
paciente.
gs(m)→
¬ pac(m)
6.
Todas las
mujeres son curiosas, quieren saberlo y probarlo todo.
∀(m): cur(m) ∧
qst(m) ∧ pt(m)
7. Si un día el Sol, Caryda y Yurupary se
encuentran en el mismo lugar,
habrá aparecido sobre la Tierra la mujer
perfecta.
S ∧
C ∧Y →
∃(m):P(m)
Las proposiciones anteriores, de acuerdo con Wittgenstein, son figuras de
la realidad, pues si entendemos la proposición, conocemos la situación que
ellas representan (4.021). De la misma manera esas proposiciones muestran su sentido
y además muestra como están las cosas. (4.022). Una proposición tiene que
comunicar un sentido nuevo con expresiones viejas, y además una proposición nos
comunica una situación , tiene por tanto que estar conectada esencialmente con
la situación (4.03). ¿Cuál es la situación, hablando entonces del mito?
Yurupary es el hijo del Sol y de Seucy, fecundada en el lago por la
semilla del payé de la tribu. Cuando el
niño crece, toma el dominio de su pueblo para establecer un nuevo orden, unas nuevas
reglas. A través de la extensión del mito[11]
(la versión impresa tiene más de doscientas páginas), Yurupary pretende dotar a
su pueblo de leyes, costumbres y preceptos que permitan vivir de una mejor
manera y en armonía. Estas leyes perdurarán, afirma, mientras el Sol ilumine la
Tierra. En primer lugar, Yurupary se dedica a excluir a las mujeres de los
secretos que los hombres deben guardar, así como de cualquier participación de
ellas en las fiestas de ellos en donde se realizan ritos y ceremonias secretas.
La ceremonia secreta mayor, vedada a las mujeres, es la interpretación por parte de los hombres de siete
tipos diferentes de flautas, desde unas muy pequeñas y de sonido muy agudo hasta
otras de gran tamaño y de grave tonalidad. Estas han sido talladas de una palmera brotada de
las cenizas de Uarly. El payé se ha
autoinmolado en el fuego de una tribu vecina a quien ha ofendido por haber
castigado a unos niños que encendieron fuego al lado de un árbol que él trepó para
bajarles unas castañas. Yurupary quiere excluir a las mujeres por la triple
razón aducida tiempo atrás por Uarly: son curiosas, no pueden guardar un
secreto y son impacientes. Solo al final del mito, cree haber encontrado la
solución al enigma sobre la mujer perfecta.[12]
Una lectura en clave wittgensteiniana
Volvamos a la aproximación sugerida por Wittgenstein. Hemos dicho que en
primer lugar hay que describir los hechos,
no explicarlos. En segundo lugar es necesario encontrar su significado (Bedeutung). Luego se debe describir el fenómeno a través de analogías. En seguida, se debe buscar
darle profundidad a los hechos a
través de establecer un vínculo entre nosotros
y ellos. Para completar el
análisis, Wittgenstein apela a los diversos juegos
de lenguaje o formas de vida que dan cuenta de diversas actividades del ser
humano, tales como la ciencia, la moral, el lenguaje estético o artístico y lo
mágico religioso. Para efectos de este trabajo no nos ocuparemos de ellos por
desbordar el propósito principal del mismo.
Emprendamos entonces la tarea según la hoja de ruta establecida por
Wittgenstein. Los hechos son los que se han mencionando. Yurupary llega para
remover el dominio que las mujeres han asumido sobre la tribu y establecer
leyes y preceptos para organizar la vida en su pueblo. El mandato que impone es
el de excluirlas de todas las ceremonias masculinas; pues ellas no pueden
acceder a los secretos que sólo los hombres pueden conocer, entre ellos el origen
de las flautas de Yurupary y la ceremonia en la que se interpretan esos
instrumentos. Sobre la orden, hay un tabú. La mujer que transgreda la prohibición,
sufrirá la muerte. Y la razón aducida para la prohibición y exclusión es la
afirmación:
Ninguna mujer existente
en la tierra reúne las cualidades de ser paciente,
saber guardar un
secreto y no ser curiosa.
¬∃m:
pac(m) ∧ gs(m) ∧
¬ cr(m)
Según el Tractatus, «El mundo
es la totalidad de los hechos, no de las
cosas» (1.1) y «El mundo esta determinado por los hechos y por ser estos todos
los hechos» (1.11). No se trata entonces de encontrar una explicación (Erklärung) o justificar los hechos narrados. Son estos en
su magnificencia y sencillez, lo que en verdad importa. De qué manera se llega
a la prohibición y a la acusación que imputa que se hace a las mujeres es de
poca o ninguna relevancia. Intentar hacerlo sería caer en lo lógico-racional
del método de Frazer.
Entonces, la pregunta pertinente es: ¿cuál es el significado (Bedeutung) de
estos hechos? Digamos, para empezar, que hay el establecimiento de una
prohibición, de una mandato de exclusión y de la manifestación de desconfianza
de los hombres hacía las mujeres; de igual modo también podemos afirmar que hay
una búsqueda de aglutinamiento en torno a la identidad masculina y del otro
lado, de las mismas mujeres que se unen tanto para tomar el control, cuando se
da la escasez masculina, y luego para tratar de sublevarse contra el mandato y
la prohibición de Yurupary.
Busquemos ahora, las analogías
que nos permitan comprender los hechos. Una que salta a la vista es la de las
logias de la época moderna en donde los hombres, generalmente se reúnen para
practicar de manera secreta una serie de ritos y prácticas a las cuales está
prohibido el acceso de las mujeres. Este tipo de reuniones en las que un género
excluye al otro se suelen dar en múltiples aspectos de la vida social, en
diversas tipos de escenarios y latitudes. Podemos también apelar a la analogía
de las comunidades religiosas, en las que estas se forman en torno a un propósito
común, de caracter religioso y en las que están excluidas las personas del sexo
diferente al de la comunidad. Por lo tanto, no hay nada extraordinario ni
misterioso en las prácticas de los Tenuibas y de Yurupary, su Tuxáua (jefe de la
comunidad). Por lo tanto a través de estas dos analogías podemos dar cuenta que
lo que se establece en el mito de Yurupary es posible mientras haya comunidades
humanas. Pero quizás la analogía más tentadora, no exenta de riesgos de traer
aquí, es la establecida en el Timeo,
en la que se describe como los géneros, desde que fue dividido el genero único,
lo que buscan afanosamente es lograr la unión de la pareja para volver a ser
Uno, que es también a lo que apunta la proposición número siete.
Sigamos con Wittgenstein en el propósito de comprender el mito. Para ello
abordemos el siguiente nivel de la lectura que exige dotar de profundidad los hechos a través de una
conexión entre ellos y nosotros. Quienes vivimos nuestro tiempo,
la presencia del mito nos pone en contacto por una parte, con algo ajeno,
lejano, como son las flautas de Yurupary y por otra, con la áspera y dura forma
de excluir a las mujeres y castigarlas si transgreden la prohibición. Hay algo
en nosotros que nos aleja y a la vez nos acerca a los hechos. Nos separa la
forma como viene el mandato, sobre un colectivo de mujeres que se ha interesado
en buscar alternativas para asegurar la supervivencia de la tribu y que esta no
desaparezca. Eso nos distancia del mito y de los hechos que narra; a la vez, nos
acerca a los tenuibas al vernos
reflejados en nuestra cotidianidad, por este tipo de segregaciones, de juicios
descalificatorios y de persistencia de la separación entre uno y otro género,
acompañado de la prohibición de inmiscuirse el uno con el otro. La modernidad,
y la posmodernidad han acentuado el vaivén de las tensiones entre géneros:
desde la educación segregada de varones y niños en las escuelas hasta la
asignación de vagones exclusivos a mujeres en los sistema de transporte
público. Allí, los seres de hoy nos tocamos con ellos, los del pasado, y
disolvemos toda distancia espacio temporal. Pero no se trata de trivializar el
mito; se trata de comprenderlo, sin explicarlo. Trivializarlo sería entrar a
descomponerlo en sus elementos históricos y mágico-religiosos, y remontarse a
épocas lejanísimas para encontrar los gérmenes de dicha separación entre
hombres y mujeres y de la desconfianza demostrada por parte de los hombres
hacia las mujeres.
Circularidad de las proposiciones y apertura a
la solución del enigma
Llama la atención, la circularidad que trazan las siete proposiciones,
dado que se pasa de la imposibilidad un hecho a la posibilidad de verificar su
existencia si se dan ciertas condiciones:
Es imposible encontrar
una mujer perfecta.
¬∃m:(P(m))
En esta proposición se parte del cuantificador universal donde se niega
la posibilidad de encontrar sobre la tierra una mujer perfecta, y se pasa a
explicar la razón para esa imposibilidad existencial, pues…
Ninguna mujer existente en la tierra reúne las cualidades de ser
paciente, saber guardar un secreto y no ser curiosa.
¬∃m:
pac(m) ∧ gs(m) ∧
¬ cr(m)
La triple
condición de paciencia, discreción (saber guardar un secreto) y no ser curiosa
no es dable encontrar en ninguna mujer, salvo que…. Se llegue a completar la circularidad:
Si un día el Sol, Caryda y Yurupary se
encuentran en el mismo lugar,
habrá aparecido sobre la Tierra la mujer
perfecta.
S ∧ C ∧Y → ∃(m):P(m)
De esta forma aspiramos habernos acercado al mito de Yurupary desde una
perspectiva de la filosofía analítica; sirviéndonos de la guía de Wittgenstein
para hacer una lectura del mito sin caer ni en lo explicativo, ni lo racional,
ni mucho menos en lo científico, antropológico o sicoanalítico. Nos hemos limitado
a describirlo, procurar comprenderlo a partir de analogías y a ubicarnos frente
a él desde una perspectiva que tiende un puente el nosotros, del aquí y el
ahora y el ellos.
Bibliografía
Cabanchik, S., Wittgenstein,
una introducción, Editorial Quadratta, Biblioteca Nacional, Buenos Aires,
2010,
Wittgenstein, L. Observaciones
a La Rama Dorada de Frazer, Tecnos, 1992
Wittgenstein, L., Tractatus
logico-philosophicus, Tecnos, 2013, Madrid.
[1] A
continuación un resumen del mito, según Alexander Peña Gutiérrez: “El relato se divide en un tiempo
anterior al nacimiento de Yurupary (héroe mítico), y otro después de la vida de
éste, en donde se relatan sus leyes:
1.
El tiempo primigenio: la epidemia que acabó con todos los hombres de la
Sierra del Tenui, donde las mujeres comenzaron a dominar el mundo. Al verse
solas, no tenían con quién dar descendencia y se sintieron desaparecer por esta
causa. Las mujeres buscaron varias alternativas para poder engendrar, pero les
fue imposible. La fecundación de las mujeres llegaría sólo con el anciano Payé,
único hombre vivo, quien predice un nuevo orden, para excluir a las mujeres de
los asuntos importantes.
2.
El fruto de Pihycan: la fecundación de Seucy por el fruto prohibido,
necesario para el engendramiento de Yurupary. Fueron los monos, ayudantes del
Sol, los que facilitarían esta tarea. Lo natural y lo humano se comienza a
entrever:
“La
bella muchacha… comenzó a comer la fruta del Pihycan, que era tan suculenta que
parte del jugo se le escurrió por dentro de los pechos mojando las partes más
ocultas sin que ella a esto le diera la menor importancia…”
El
mito se entiende como un canto a la fuerza creadora de la naturaleza y a su
comunión con la vida humana, a la cual se le ofrecen todos sus secretos. Luego
viene el nacimiento e iniciación de Yurupary.
3.
La narración que hace Yurupary de sus visitas a las diversas tribus, donde
cuenta la teoría del poblamiento; la aparición de Dinari y su esposo; su
metamorfosis; y el nacimiento de Pinón y su hermana. Entre Yurupary y Pinón se
teje una relación bastante fuerte, en la medida en que es el mismo Yurupary
quien introduce este relato. Los nacimientos de Pinón y de Yurupary poseen
elementos comunes en su concepción, a través de un orden natural: uno venido de
la fruta y el otro de un ave. Yurupary se asemeja al Sol, mientras Pinón es
resaltado por las estrellas que adornan su frente. Yurupary en este sentido
hace una prolongación del mismo Pinón. Ambos poseen poderes mágicos y son
creadores de valores y reglas morales dadas a su comunidad, además de compartir
ese carácter de dominación masculina (“el hijo de Dinari tomó una roca, de la
altura de tres hombres y se las arrojó al pueblo”). Así Pinón se convirtió en
el iniciador de todos los Payés y sus leyes, así como Yurupary el gran
indicador de todos los ritos.
4. La
instauración de la ley de Yurupary para cambiar los usos y costumbres de la
tierra y sus habitantes, así como los ritos de iniciación; los viajes de los
ancianos que están fuertemente tentados por la carne femenina. Las mujeres
ejercen resistencia frente a las leyes de Yurupary.
[3]
Sádaba, J.
Introducción a Observaciones a La Rama Dorada
de Frazer, de Ludwig Wittgenstein, Tecnos, 1992, p. 10.
[4]
Wittgenstein, Observaciones, p. 53.
[9] Cabanchik, S., Wittgenstein, una introducción,
Editorial Quadratta, Biblioteca naciona, Buenos Aires, 2010, p. 32.
[10]
Wittgenstein, L.,
Tractatus logico-philosophicus, Tecnos, 2013, Madrid.
[12] El mito se cierra con el
siguiente pasaje, narrado de forma poética y elevada: «Y Yurupary habló de este
modo: “He aquí la primera y única mujer que pudo tenerme, escondida con
seguridad y lejos de la vista de los hombres. Un día cuando todo haya
terminado, vendré por ella para ir a vivir juntos bien cerca de las raíces del
cielo, donde quiero descansar de las
fatigas de mi misión, lejos de la vista de todos. Hoy, oh Caryda, es el último día que estamos
juntos y antes de separarnos quiero contarte el secreto de mi misión sobre la
Tierra. El Sol, desde que nació la Tierra, buscó una mujer perfecta para
llevarla cerca de él, pero como hasta ahora no la ha encontrado, me cedió parte
de su poder para ver si en este mundo puede existir una mujer perfecta. Y cuál
es la perfección deseada por el Sol? Que sea paciente, que sepa guardar un secreto,
que no sea curiosa, Ninguna mujer existente sobre la Tierra reúne esas
cualidades. Si una es paciente, no sabe guardar un secreto; si sabe guardarlo,
no es paciente, y todas son curiosas, quieren saberlo y probarlo todo. Y hasta
a no ha aparecido la mujer que el Sol pueda poseer.. Cuando esta noche llegue a
la mitad, debemos separarnos. Yo iré al oriente y tú, siguiendo el camino del
Sol, irás al Poniente. Si un día, el Sol, tú y yo nos encontramos en el mismo
lugar, esto querrá decir que habrá aparecido la mujer perfecta.” Después de
esto Yurupary se fue a la orilla opuesta del lago y sentado sobre una piedra del lago
permaneció contemplando su propia imagen reflejada en el agua.» (ps. 214-215).
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